ATLÁNTIDA FILM FEST | Crítica de “Buzzard” de Joel Potrykus

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Sección Atlas
Título original: Buzzard. Director: Joel Potrykus. Guión: Joel Potrykus.
Reparto: Joshua Burge, Joel Potrykus, Teri Anne Nelson.
Nacionalidad: USA. Año: 2014. Género: Comedia.
Valoración: 3
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A veces entiendo que sea muy fácil echarle la culpa a la sociedad de ciertos problemas a nivel individual. Por ejemplo, el tema de la anorexia y la bulimia tiene cierto reflejo en la sociedad que queremos mostrar, delgada y esbelta, sin embargo el tema que abarca “Buzzard” no es culpa directamente de la sociedad, sino que aquí tiene mucho que ver el individuo y la herencia genética que trae de casa.

Marty (Joshua Burge) es un trabajador temporal en un banco, que se aburre en su monótona oficina y cree que merece algo mejor en la vida. Por ello, poco a poco se ha ido convirtiendo en un estafador de poca monta. Cuando su último fraude le sale mal, entra en un estado de paranoia y decide esconderse. Primero en el sótano de Derek (Joel Potrykus), un compañero de trabajo y después en Detroit.

A modo de protesta de la juventud corrosiva y adicta de hoy día, Joel Potrykus nos trae la tercera entrega de la “Trilogía animal”, –comenzó con el cortometraje “Coyote” y siguió con su ópera prima “Ape”— “Buzzard”, una película cuyo protagonista es un postadolescente aburrido y paranoico fan de Freddy Krueger, que acabará convirtiéndose en un estafador sin luces y de poca monta. Él mismo acabará metiéndose en un pozo de estupidez, cheque a cheque, y separándose de la realidad.

Joshua Burge, protagonista de la trilogía de Joel Potrykus, nos muestra un personaje corrosivo, paranoico, desquiciado, nihilista e incluso algo gracioso, aunque sobre todo desagradable, cuya existencia inmediata consiste en escaparse del trabajo, cometer fraudes y fabricarse un guante de Freddy Krueger incorporándole un mando de una consola. Si, toda una joya.

A grandes rasgos y por la nota que le he puesto, podréis imaginar que gustarme no es que me haya gustado mucho. Han sido 97 minutos excesivamente largos, con tomas absurdas como un tio comiendose asquerosamente un plato de espaguetis, una competición de comer Bugles en una cinta de correr y cosas por ese estilo. Vamos que le sobra por todos lados.

En definitiva, una película que se queja de un tipo de sociedad que tiene más que ver con los hábitos y enseñanzas que con la sociedad en sí, pero que por el tono nihilista, freak y heavy metal casaría a la perfección con el cine indie más contemplativo. A mí personalmente me pareció una pérdida de tiempo y eso que me gusta el cine indie.

Crítica: María José Díaz-Maroto