Los alpinistas que se esfuerzan por subir los últimos metros de la cumbre del monte Makalu, en el Himalaya, se asombran a menudo al ver a los ánsares indios volando sobre ellos hacia la India, donde pasan el invierno. Atraviesan el cielo a una altura de 8300 metros, casi tan alto como los aviones comerciales.
Durante años, se creía que los fuertes vientos de cola y las corrientes ascendentes ayudaban a los ánsares en su travesía. El equipo de Charles Bishop, de la Universidad de Bangor, en el norte de Gales, comprobó esta teoría mediante el seguimiento de los movimientos de más de una docena de ejemplares. Para establecer su situación, velocidad y altitud, las aves llevaban pequeños paquetes que contenían transmisores vía satélite.
Para su sorpresa, se descubrió que, en lugar de volar a primera hora de la tarde, cuando el calor del terreno crea corrientes que ascienden a veinte kilómetros por hora, los ánsares volaban por la noche o a primera hora de la mañana, cuando de hecho se forma una ligera corriente descendente. En un artículo recién publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences USA, el equipo sugiere que el hecho de que el aire sea más frío y denso a esas horas favorece el empuje ascensional de los ánsares. El aire más frío también los ayuda a regular el calor corporal y, además, contiene más oxígeno, lo que les permite volar en el aire enrarecido de las alturas.
El grupo de Bishop se asombró al descubrir que los ánsares cruzaban el Himalaya en un solo día y ascendían unos 6000 metros en siete u ocho horas. Para volar esa distancia a tanta altura, la especie necesita un consumo de oxígeno entre diez y veinte veces mayor de lo normal. En comparación, las aves que vuelan a altitudes inferiores, como el ganso del Canadá, no pueden mantener niveles de metabolismo en reposo a nueve kilómetros de altura. Unas alas más grandes, una mayor capacidad pulmonar, una densa red de capilares alrededor de los músculos del vuelo y una hemoglobina que retiene con mayor fuerza el oxígeno en los pulmones contribuyen al flujo de oxígeno a través del sistema circulatorio de los ánsares indios y, en concreto, hacia los músculos del vuelo. Comprender mejor por qué los tejidos de esas aves resultan tan eficientes en la absorción de oxígeno podría ayudarnos a explicar la respiración humana.
Artículo publicado en Investigación y Ciencia nº 422, su autor es David Godkin.