El ambiente (que a veces se confunde con la atmósfera) nos muestra con brevedad cómo es el lugar del suceso, qué nivel social tiene, si es agradable o no. Por lo regular la descripción de un ambiente lleva consigo elementos de atmósfera y viceversa. Por ejemplo: «Alicia entró a la sala de tenue luz y percibió el aroma de maderas finas, sus pies iban sobre una sepia alfombra gruesa y suave, antes de acostarse en una cama de cabecera tallada con motivos medievales, tal la estrella de siete picos». Comparémoslo con este ejemplo: «Alicia tomó asiento en la silla de pino, recargó un brazo sobre el mantel de plástico de flores rojas y le vino el olor del carbón y a caldo de papa; miró por la ventana cuadrada de viejos postigos abiertos y observó el pirul medio seco y, al fondo, un monte casi talado en su totalidad». Tenemos dos ambientes opuestos, pero presentados con rapidez. En uno y otro, está preparado el telón de fondo para las acciones de Alicia. El lector puede imaginar algunas acciones a propósito.
El ambiente son los lugares donde ocurre una historia, y se convierte en atmósfera cuando juega en la creación de las emociones de los personajes y las acciones. Una cantina de pueblo jugaría un rol muy diferente en una historia a un lujoso restaurante de ciudad; al escritor le toca decidir cuál es el adecuado para lo que quiere contar.
[Fuente: Guillermo Samperio, “Cómo se escribe un cuento", 2008. Selección y orden propios]