Esto es un montaje, claro, pero seguro que, si se pudiera,
habría narcisistas que se prestarían.
Es esta una de las consecuencias indeseables de estos magníficos utensilios que muchos han convertido en el medio para hacerse pasar por héroes y sentirse importantes; así es, miles de personas en todo el mundo que, sin nada mejor que ofrecer, han encontrado en el móvil la herramienta perfecta para llamar la atención, para gritar algo así como “¡estoy aquí, miradme todos, prestadme atención”! Sin embargo, como todo en este mundo, la cosa es cuestión de medidas, es decir, se agradece la imagen de un paisaje idílico y exótico con la parejita en primer plano, pero exponerse a un alto riesgo para convertirse en viral es propio de necios que, tarde o temprano, sufrirán indeseables consecuencias. Lo bueno (o lo malo) es que, lejos de demostrar algún mérito, esos incautos de las autofotos en situación peligrosa no hacen más que dejar en evidencia una simpleza extrema; y hay que tener en cuenta que si en la naturaleza la selección acaba con los débiles, heridos y enfermos, en el hábitat humano acaba con los que, demostrando gran sandez, se ponen innecesariamente en peligro.
Curioso es el hecho de que estas personas que dejan la vida, o están a punto, por una foto no sólo no despiertan empatía o lástima, sino que la mayoría de espectadores suelen decir (o al menos pensar), “¡le cayó bien, por tonto!”; y lo cierto es que esta opinión no es del todo descabellada e insolidaria, ya que, realmente, quienes se ponen en tan alto riesgo a cambio de una instantánea con la que presumir ante amigos y desconocidos en las redes sociales, demuestran no sólo tener poco seso, sino también un ego enorme, una vanidad y unas ganas de exhibirse que, al menos en algunos casos, les hace perder la cabeza…, tanto metafórica como literalmente. ¿Qué buscan estos torpes de momento o de nacimiento?, fácil de responder: unos minutos de gloria y muchas visitas en las redes sociales…como si este tipo de fotos tuvieran un valor enorme. ¿Y qué decir de quien graba su cara y luego el cuentakilómetros del coche a 200 k/h para posteriormente subir toda la escena, inculpándose así ante la policía? La realidad es que todo ello es un ejercicio de narcisismo, de vanidad irreprimible, ya que el autorretratista quiere ser todo, tanto el sujeto como el complemento directo, y dejar constancia visual de tan grande logro. Impresiona pensar que hay tantas personas dispuestas a arriesgar la vida o la integridad física, a sufrir accidentes espantosos, sólo por verse circulando por internet de sitio en sitio. ¿Qué tipo de deseo o carencia se satisface de ese modo? La prensa seguirá dando cuenta de insensateces de este tipo. Y la selección natural se encargará de castigar la incontenible fatuidad de muchas de estas personas.
CARLOS DEL RIEGO