Revista En Femenino
No me avergüenza reconocer que siento una atracción fatal por las ofertas. Sí, las ofertas en general. Soy presa fácil para los grupones, groupalias y demás webs que ofrecen descuentos y rebajas a tocateja cada día. Ahora me estoy quitando, pero en su día incluso compré cupones que nunca usé, se caducaron. El problema de estas páginas en gente como yo es que compras cosas que no necesitas –es un decir-, sólo porque están bien de precio –de nuevo es un decir-. Realmente es para sentir vergüenza de una misma, pero la realidad es que no siento ni un ápice de apocamiento. Hace un tiempo estaba en una óptica acompañando a otra persona que se tenía que comprar unas gafas graduadas. Nos tocó un dependiente de los buenos, pero de los buenos de verdad y nos ofreció la tarjeta del establecimiento. Al hacerte la tarjeta tenías que contratar un seguro por el que tenías que pagar pero a su vez te daban un 10% de descuento en la primera compra y descuentos sucesivos y progresivos en futuras adquisiciones. Y si por un casual se te rompían las gafas en los siguientes 2 años te las arreglaban gratis. Total que el dependiente se puso a hacernos los números y casi que nos tiene que dar dinero él a nosotros por contratar el seguro de marras. Seguro que nunca se ha usado, todo sea dicho. Pero era tal el peso de las ventajas que aquel dependiente nos vendió, que compramos las gafas, el seguro y lentillas desechables como si no hubiera un mañana, porque ¡menudo chollo! Luego sales de la tienda con un subidón indescriptible pero te paras a pensar en lo que has hecho y a los dos segundos ya te estás arrepintiendo. Eso sí, los 3x2 no me van nada, a mí lo que me gustan son las ofertas digitales (esas que siempre están al 70% de descuento) o las sofisticadas (tipo el seguro éste del que os hablaba), las que cuando des´pués de haber picado, lo piensas y dices “ya he vuelto a caer”.