Revista Solidaridad
Desde hace tres años solo sale a la calle el día 25 para cobrar en el banco y pagar lo que debe. Luego, de vuelta a casa hasta el mes siguiente. Lo afirma Marcelo Quintero, que el próximo día 27 cumplirá 54 años, un discapacitado tinerfeño que no puede salir de su vivienda por culpa de las barreras arquitectónicas. Tiene ambos pies amputados después de sufrir sendos trombos en 2007 (pierna derecha) y 2010 (izquierda). Para completar el cuadro vive solo con su madre, enferma, de más de ochenta años.
Lo curioso es que Marcelo reside desde 2006, cuando llegó desde Añaza, en un primer piso, aunque sin ascensor. Pero para llegar a la calle debe bajar once escalones que se convierten en un muro insalvable para su silla de ruedas.
Marcelo critica "la falta de accesibilidad en todo el entorno de su barrio de Salud Alto, en Santa Cruz". Y es que una vez en la calle, para llegar a la acera tiene que sortear otros tantos escalones. Una vez en ella apenas puede avanzar "porque no existe ni un solo rebaje que me permita pasear, ir al médico o a la farmacia a comprar medicinas".
"Además, apunta, los báculos de luz me impiden el paso porque los coches aparcan en batería y resulta imposible pasar por el espacio que queda entre los vehículos y las farolas".
Solo la solidaridad de su sobrino Yaupci permite a Marcelo romper sus cadenas una vez al mes. Hoy hará una excepción porque piensa acudir a la segunda marcha por la discapacidad, que recorrerá las calles de la capital tinerfeña.
Marcelo asegura haber solicitado en varias ocasiones al Ayuntamiento de Santa Cruz la concesión una vivienda accesible y que no esté aislada por las barreras. Máxime cuando no dispone de medios económicos suficientes para afrontar el cambio de residencia y en atención no solo a su discapacidad, sino a la avanzada edad de su madre, así como a su mala salud. En estos tres años, según dice, "no he recibido respuesta".
Si al menos se colocara un salvaescaleras en su portal y se transformaran los escalones de la calle en una rampa podría llamar un taxi para que lo trasladara a cualquier sitio. Asegura que "ya sería para tirar cohetes si hicieran los rebajes de acera necesarios para que, al menos, pueda llegar al ambulatorio y a la farmacia".
Desgraciadamente, el de Marcelo no es ni mucho menos un caso aislado. Como él, muchas personas en Canarias viven presas de su discapacidad y de las barreras que las rodean, sin poder ejercer sus derechos más elementales.
http://eldia.es/gente/2013-11-16/2-Atrapado-casa-barreras-arquitectonicas.htm
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