Revista Política

Atrapados entre trincheras

Por El_situacionista
Atrapados entre trincherasLlegan buenas noticias de Euskadi. Llegan porque siempre que el mundo de la izquierda abertzale parece moverse, son buenas noticias. Su voluntad política es la única que permitirá cambiar el rumbo de la historia de ese gran lugar que se llama Euskadi. Tradicionalmente ellos se han reclamado como los únicos protagonistas de la historia del pueblo vasco, y da la casualidad de que, a día de hoy, es la historia la que les reclama a ellos.
Desde la salida del periodo Aznar, la izquierda abertzale se ha visto beneficiada del fin de esa tensión social que impedía levantar la mano para disentir desde tu bando. La posibilidad de dialogar con el vecino, sea de la ideología que sea, y la más importante oportunidad de dialogar con tu compañero de partido, ha permitido que el pensamiento –o si lo prefieren la estrategia- de la izquierda nacionalista vasca haya cambiado en este periodo de siete años desde el fin del Gobierno Aznar.
Llegó una tregua, la del 2006, que trajo consigo la certeza social de que el terrorismo podía acabar y la visión de un espacio político para la izquierda abertzale transformadora de la sociedad vasca. Pero con el fin de la tregua y las medias verdades del Gobierno de España, centrando la atención en el Ministro de Interior, Pérez Rubalcaba, el ánimo social sufrió un duro revés. Fueron momentos en los que pareció que todo estaría destruido sin que nadie, excepto la postura excesivamente conservadora del PP, hubiese ganado nada. Fue tiempo de valientes, y ninguno de los bandos asumió la responsabilidad que le ofrecía la historia.
Sin embargo ahora nos encontramos con un proceso de alto el fuego permanente y verificable de ETA. Un guiño tras la capucha a todos aquellos que aún creen y desean una Euskadi sin terrorismo político. Hoy, la izquierda abertzale ha recogido ese guante marcado por el brazo armado y ha presentado en Bilbao una nueva formación política que rechaza expresamente la violencia como fin político. Hoy la izquierda abertzale sale a las pantallas a aceptar esa Ley de Partidos que en 2002 diseñó el Gobierno de Aznar. Una Ley hecha a la carta, planteada para excluir a un partido, ideada por otro cuyo fin último no era más que beneficiarse del enfrentamiento, y firmada por un partido en la oposición, el PSOE, incapaz de saber explicar los matices que le hubieran llevado a oponerse y, por tanto, sucumbido dentro del “frente de los demócratas” y en el diálogo demagógico.
El escenario que existe hoy en Euskadi es, por tanto, bastante similar al que existía hace un año, pero con cambio tan significativo –por ser el actor principal de la escena- que puede provocar el cambio total de cara del espectro político.
Asumimos que en Euskadi existen tres posturas políticas. Obviamente la primera de ellas es el mantenimiento del statu quo, es decir, la postura Constitucionalista. En segundo y obvio lugar, la postura del cambio radical de todo, la postura de la independencia o la Revolución –no entendida como cambio violento, sino como cambio rápido y profundo. En tercer lugar nos encontramos la Reforma, aquella opción política que, sin alterar las condiciones básicas de la situación política y social, propone pequeños cambios o innovaciones que conduzcan a un alivio de la tensión generada.
Atrapados entre trincherasTradicionalmente, al menos durante los últimos 10 años, en Euskadi el espectro político de los cuatro actores principales -PNV, PSE, PP y Batasuna- había sido el siguiente.
El PNV, como actor principal de un régimen político marcado por la identidad, llevaba como primera opción política la Reforma. No hay que olvidar que si bien es un partido nacionalista que en última instancia, como parece que puede hacer CiU, se subirá al tren de la Revolución. Pero la realidad es que siempre han optado por la Reforma o por la Constitución. Es decir, o reforma controlada por ellos o mantenimiento del statu quo.
El PSE coincidía históricamente con el PNV en la formulación de una reforma. Pero de los gobiernos con el nacionalismo vasco giró hacia una postura ultraconstitucional impropia de su base electoral y programa político.
El PP, por el contrario, siempre ha mantenido una postura radical en cuanto al eje constitucional. El mantenimiento del statu quo en Euskadi y España, la política del enfrentamiento identitario y la profundización en el conflicto son elementos que siempre le han dado rendimiento electoral a nivel estatal y no tantas veces a nivel vasco. Sea como fuere, una reforma del escenario actual estaba y está en el último lugar de sus pretensiones. Tal y como pasa en las organizaciones fuertemente polarizadas, la política del conmigo o sin mí ha primado convirtiéndose la Revolución, o el cambio radical de escenario político, en la segunda opción buscada. Es evidente que Revolución, para el PP, no significa independencia.
Por último, Batasuna –por emplear una de las marcas de la izquierda abertzale- ha promovido siempre una Revolución como primera opción política. El cambio hacia el Estado Vasco y el independentismo ha sido el eje principal de sus programas políticos. Aquí lo interesante es que el segundo escalón, hasta ahora consistía en el programa Constitucional. El mantenimiento del statu quo es, para una organización que se mantiene como antisistema, la única salida posible si el camino de la revolución está cerrado, pues la reforma –en un contexto político en el que no acumula poder- se ve como el fin de la tensión social que propiciaría la revolución.
Durante años los actores reformistas del régimen político vasco han intentado deslegitimar las opciones rupturistas o estancadas, principalmente a través del único actor al que se consideraba un actor con capacidad para ser responsable: el PP. Sin embargo, su enroque en la política del conflicto identitario y los réditos electorales que cree que a nivel estatal le concede, ha impedido la jugada de la reforma que hubiera dejado en fuera de juego total y definitivo a la izquierda abertzale.
Con el anuncio de hoy, Batasuna pareciera querer salir a jugar al juego reformista, a acumular poder electoral y ser un actor válido en los tiempos de reformas estructurales del estado español que parece que están corriendo. Batasuna podría haber cambiado, definitivamente, no su primera opción política –la Revolución-, sino su segunda opción, y haber decidido entonces que es mejor una reforma tuya, que el mantenimiento del statu quo si éste no desarrolla tu programa político.
El PP, entonces, está en fuera de juego. El PSOE se relame por cuanto su mejor valor electoral –Rubalcaba- es quien, como Ministro del Interior, va a tener que controlar la situación comunicativamente hablando, dando réditos en la campaña electoral y apareciendo, una vez más y sin comerlo ni beberlo, como los salvadores de la vieja y de la nueva España.
A Batasuna, mientras tanto, le toca esperar a que el juego de trincheras a nivel estatal entre PP y PSOE le permita participar en las próximas elecciones municipales de Mayo de este año. Mal asunto la política cuando está en manos de irresponsables.

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