Revista Cultura y Ocio

"Atrapando la luz" de Sara Mañero

Publicado el 07 enero 2019 por Juancarlos53
Los años pasan despacio mientras se suceden los días, Inés, y sin embargo, no son más que un soplo cuando se mira atrás, casi espiando, desde un recodo del camino, ¿verdad? A mí al menos se me fueron en un suspiro, como una exhalación. Parí mis hijos mientras seguía trabajando, a Ascensión, a Dolores, a Matías, a José. En poco más de 5 años, cuatro criaturas. (pág. 309)
Conozco a Sara Mañero por haber intercambiado con ella en las redes sociales opiniones sobre libros en particular y literatura en general, pero hasta ahora no había leído ninguna de sus obras. Agradezco desde aquí la inciativa de Rosa Berrós, administradora del blog "Cuéntame una historia", de celebrar su cuarto cumpleblog con una Tertulia Literaria sobre esta novela de Sara. Y se lo agradezco porque en verdad he disfrutado mucho con su lectura por muchas razones que a continuación pretendo exponer. Pero antes de nada os diré algo sobre la autora de "Atrapando la luz".editoriales pequeñas, editorial VerbumSara Mañero Rodicio es Licenciada en Filología anglogermánica y Doctora en Filología Hipánica por la Universitat de València, doctorado que alcanzó con una tesis titulada "El Arcipreste de Talavera Alfonso Martínez de Toledo". Ha realizado traducciones de obras literarias importantes ("La comedia de las equivocaciones" de Shakespeare; "Dos leyendas" de Ted Hughes; "Cuatro cuartetos" de T.S.Eliot...) así como adaptaciones teatrales. 
Su obra de creación está formada por ahora por varios relatos publicados y tres novelas: "Mientras sorprendan los días" (ed. Hades, 2015), "El sueño del árbol" (ed. Verbum, 2015) y "Atrapando la luz" (ed. Verbum, 2018).  
Además de lo anterior, que he extraído de la contraportada de la novela que acabo de leer, es evidente que Sara tiene un gran conocimiento de la historia de España, en especial del período que va de 1880 a 1940. Se evidencia este conocimiento en su segunda novela, que trata sobre la guerra de Filipinas; y también se ve con mucha claridad  en "Atrapando la luz" donde el repaso memorialista que realiza Elvira, la protagonista, comprende un amplísimo período que se extiende desde varias décadas anteriores a su nacimiento en 1889 hasta la primera década de este siglo XXI. 
Mi opiniónDiré por qué me ha satisfecho mucho la lectura de "Atrapando la luz". Todo en ella ha sido de mi agrado, desde la historia que presenta, la de una mujer que se rebela contra las imposiciones que la sociedad de su tiempo imponía a las mujeres y que desde bien joven luchó por realizarse plenamente tanto en lo personal, como madre, sin dejar de lado lo profesional, como fotógrafa reconocida; pero junto a esto lo que más me ha gustado es la forma que Sara Mañero da a su historia, utilizando una estructura no lineal, con saltos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, desordenada, como es normal en una anciana de 95 años que languidece en la cama aguardando la próxima y segura llegada de la marcha definitiva. Pero vayamos por partes, primero el asunto, que tal como figura en la contraportada del  mismo libro es el siguiente:
Una mujer adelantada a su tiempo, la fotografía como pasión insoslayable, las guerras del Rif como tan sólo uno de sus contrapuntos históricos… Elvira, desde la lejanía de una existencia vivida con intensidad, nos permite acompañarla en su viaje a través de un mundo cambiante. El mapa de su vida —de Dueñas a Madrid, de Madrid a Melilla, y de vuelta a Madrid— estará marcado por la rebeldía, la independencia, el dolor, la duda… y un deseo perpetuo de atrapar la luz con su cámara. “Porque no recuerdo la realidad, sino su retrato, como si la fotografía no solo fuese razón de vida, sino vida misma”, afirma la protagonista, que enfoca con su objetivo tanto los conflictos de la historia de España en que se ve inmersa, como un espacio íntimo tensionado por ilusiones y decepciones. (Sinopsis ofrecida por la propia editorial)
La historia
Nada más comenzar vemos a Inés, nieta de Elvira, interesándose por los recuerdos que esta mujer de 95 años postrada en cama pueda darle. Inés es una profesional que pasa unos días en casa de Marisa, su madre, donde languidece la abuela Elvira. A Inés le interesa todo lo que Elvira pueda contarle porque en ella ha descubierto a una mujer liberada en un contexto sociocultural difícil y bien distinto al actual. Elvira recuerda en un discontinuo ir y venir en el tiempo su lucha en casa de sus padres por poder estudiar y no quedar relegada, como les sucedía a las niñas, al exclusivo papel de cuidar de los hermanos varones, casarse y atender a los padres cuando estos llegasen a mayores. No, Elvira quiere estudiar y para ello se las ingenia como puede primero comprometiéndose a enseñar a Alfonso, su hermano pequeño, y luego inventando argucias y patrañas para poder justificar su estancia en Madrid sin resultar gravosa a la familia. Hará de la necesidad virtud y entrará a trabajar en el estudio de un fotógrafo que la contrata sólo para que la clientela  sea atendida por una cara bonita; sin embargo pronto demostrará tener iniciativa y dotes artísticas para la fotografía y empezará en ese estudio a realizar labores más profesionales.

En Madrid conoce a Gonzalo, su primer amor, que es quien la ayuda a encontrar un alojamiento y también la introduce en el mundo de la fotografía. A través de él conoce las mieles y los sinsabores del amor; a consecuencia de estos últimos y rotos definitivamente los lazos con sus padres, disgustados por la deriva de Elvira en Madrid de la que ellos eran ignorantes, opta por ir a Melilla para cubrir como fotógrafa la guerra que España en 1909 está teniendo en Marruecos por las revueltas de las tribus del Rif.
En la pensión de estudiantes donde vive en Madrid y a la que retorna a la vuelta de Marruecos es  atendida como una hija por la dueña de la pensión. Allí conoce a Juantxo, a cuyo través y por una serie de circunstancias que no es cosa de desvelar aquí, conocerá a Mateo"el Rubio" con quien se casará y tendrá seis hijos. En Madrid la vemos evolucionar como profesional reconocida codeándose  con otras mujeres liberadas, profesionales como ella: Carmen de Burgos, Concha Espina, Sofía Casanova... Las conoce y las trata en las tertulias literarias de Gómez de la Serna, de Valle Inclán, de Baroja o Azorín... en esa España viva, culta, activa, de la Edad de Plata anterior a la Guerra Civil.
Y finalmente la Guerra y el franquismo. Aquí, en este período ominoso, Elvira, que nunca ha abandonado del todo su profesión de fotógrafa pese a las enormes dificultades que el contexto sociopolítico imponía a las mujeres para su desarrollo profesional, siente temor por sus hijos que, educados en la libertad que se respiraba en el hogar, luchan contra la dictadura.
Los cabos sueltos en la narración de la anciana Elvira los buscará Inés en la localidad natal de su abuela donde encuentra a familiares de esa rama que se distanció de ella a raíz de haber sido expulsada de casa por su propio padre. Y aquí Inés encuentra a Elvira, nieta de Alfonso, su queridísimo tío abuelo, hermano de Elvira. Esta sobrina nieta recobrada irá a visitarla y la anciana Elvira entenderá que su paso por este mundo está más que cumplido pues en la joven Elvira se ve reflejada ella misma, y lo que es más importante,este encuentro le sirve para visualizar a través de sus palabras las vivencias infantiles y juveniles en el pueblo que la acompañaron siempre:
Me ha hablado de sus abuelos y yo, educada, le he preguntado por sus padres, aunque me interesara muy poco la vida de esas personas a las que no conocí. Se lo debía. Por gratitud. Por dejarme acariciar las medallas que limpiaba de niña y traerme imágenes de los dedos regordetes de mi hermano al imitarme, por permitirme recordar con su abuelo el camino hasta el chozo, sintiendo de nuevo el aire fresco en las mejillas, y seguir en el rumor de los álamos del arroyo con Marcial, por hacerme distinguir la cara amiga de Gervasio, por llevarme a pasear por Dueñas, por ayudarme a recuperar mi infancia y mi juventud.” (pág. 390)
Novelistas españolas actualesEs una historia, en definitiva, de liberación feminista, en la que la equidad masculino-femenina (presencia/ausencia) es bien visible y en la que la protagonista elige desarrollarse profesionalmente sin renunciar a nada proveniente de su condición de mujer, pero también sin ocultar las dudas y los sacrificios que dicha elección conlleva. Así, cuando Elvira decide volver por segunda vez a Melilla y su marido Mateo, que es médico, decide acompañarla a pesar de que ella preferiría que no lo hiciese para que sus hijos quedasen a cargo del padre
No insistí. No pude. Aunque el miedo a que pudiera sucederle algo me atenazaba el pecho como ningún temor había hecho antes. Debía renunciar o aceptar su compañía. Y no quería ir, pero no podía quedarme.” (pág. 320)
 De esta historia han llamado especialmente mi atención tres aspectos:
  •  Uno obedece a cuestiones meramente personales, por ser yo natural de Salamanca y haber tenido durante mi niñez contacto con la localidad Matilla de los Caños del mismo modo que la protagonista de este relato: a través de muchachas, naturales de este pueblo muy próximo a la ciudad, que ayudaban en casa de mis abuelos y también en la mía. Este mundo hoy ya desaparecido que Sara Mañero evoca en su relato me ha interesado vivamente. 
  • Otro es la inmensa información, desconocida en gran parte por mí, que aparece en la novela sobre ese conflicto de la Guerra de Melilla que culminó en el desastre de Annual y que marcaría el futuro de España durante el siglo XX al ser los militares aquí fracasados los que en 1936 quisieron restañar las heridas recibidas en su orgullo con el Golpe Militar de infausto recuerdo. 
  • Y el tercero y más importante es el propio de la Fotografía y su evolución que la escritora presenta de manera natural según discurre la vida de esta mujer y van cambiando sus pertrechos profesionales: la cámara alemana Globus 30×40, la cámara francesa Sonido Gaumont, la Nettel, la Goerz, la Leika, etc.
Fotografía, Historia de la fotografía, fotógrafos españoles
La presentación
Creo que a la calidad indiscutible de la novela contribuye, y no poco, la manera como la escritora la presenta. Constantemente hace uso del monólogo interior y la introspección en los recuerdos de Elvira.
Me ha gustado mucho el empleo de distinta tipografía en general a lo largo de toda la novela que sirve para mostrar los distintos tiempos, el evocado y el presenta actual; pero al respecto lo que más me ha sorprendido es observar que en un mismo párrafo alternen, según sea el personaje que intervenga, las distintas tipografías.
También creo que hay que destacar el punto de humor que en no pocas ocasiones tiene el relato como cuando para revelar la pésima organización del Estado comenta que el fotógrafo Luis Marín,  funcionario durante un tiempo, pese a haberlo dejado por la fotografía seguía cobrando el sueldo.
Asimismo desde el punto de vista formal quisiera resaltar la imbricación en la novela de varios géneros. Así, a la innegable novela histórica que la misma es, se superpone en algunos momentos, por ejemplo en la relación amorosa entre Elvira y Gonzalo, un evidente tono de novela rosa
-¡Elvira! ¿Me oyes? ¡Soy yo! ¿Estás bien?
Cuando le miré supe que sí, que no podía estar mejor, que nada de lo acontecido hasta entonces tiene importancia, que la vida volví a empezar allí, entre sus brazos.
” (pág. 193)
Y como novela histórica que es, la misma incurre en algunos, no sé si intencionados o no, anacronismos. El más flagrante es, estando en 1917,  nombrar como Glorieta de Ruiz Jiménez la plaza que hay al final de la calle de San Bernardo. Tal denomincación es imposible pues no será hasta 1934 que la misma sea denominada así en homenaje al que fuera alcalde de Madrid, Ruiz Jiménez, padre del que luego sería efímero ministro de educación de Franco. Y también considero anacronismo la reflexión de Elvira, más propia de hoy día, sobre dejar a los niños al cuidado de los abuelos en el caserío vasco mientras los padres aprovechaban para solazarse viajando
De todos modos, como yo no ignoraba cuánto habría deseado ejercer en su pueblo, cerca del caserío familiar, los largos veranos llevábamos allí a los niños, con los abuelos, para librarles de los calores estivales, y nosotros acudíamos siempre que podíamos, aunque también aprovechábamos esos días de libertad para viajar sin rumbo, para capturar otras luces.” (pág. 310)
Y sobre todo me ha gustado cómo la autora a través de las palabra, cual si de una cámara fotográfica se tratase, consigue hacernos "ver" lo que esta mujer, verdadera precursora de un tiempo por venir, vivió, conoció y vio.
Para finalizar
La novela me ha parecido un muy buen documento sociológico de una época de España, aquella en la que las mujeres estaban sólo destinadas a casarse y atender al marido a cuya férula pasaban directamente desde la del padre. Eran seres considerados inferiores, imperfectos, indefensos si no estaban a cargo de un hombre que las protegería y atendería para en lo posible salvar la idiocia en que, se consideraba, el género femenino vivía inmersa.
Mucha información relevante y novedosa, al menos para mí, contiene este relato de Sara Mañero. No es el menor, junto al de la Guerra de Melilla, el de la educación que se impartía en España a principios del siglo XX cuando el personaje protagonista está intentado formarse. El libro que establecía las normas de conducta y de comportamiento de uno y otro género, de chicos y chicas, era el "Juanito" de Parravicini, vigente en muchos países de Europa desde 1837 en que se editó en Italia. En España se utilizó durante para enseñar a leer a los escolares al tiempo que se les inoculaban las normas de conducta que por sexos interesaba perpetuar.
Pero lo mejor sin duda ninguna es lo bien que utiliza el idioma esta novelista valenciana, lo bien que distribuye los materiales narrativos, lo bien que construye personajes dotados todos ellos de personalidad propia bien reconocible, y, en definitiva, lo que se disfruta leyendo esta historia por la autenticidad que destila y lo bien escrita que está.

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