Atrapapalabras
Camino por los libros con un cazafrases, un atrapapalabras que le compré a un vendedor callejero. Sé que pagué demasiado: nunca he sabido regatear, pero no tengo ninguna queja. Mi recogecitas es ligero y pequeño, y muy fácil de manejar. Se alimenta de pequeñas hojas de post-it.
“No admite los post-it enteros”, me dijo el vendedor justo cuando le pagaba. “Tiene que cortarlos en pequeñas porciones y darle de comer unos diez antes de sentarse a leer”. La verdad es que no soy muy riguroso con su dieta: creo que le estoy creando un trastorno alimenticio. Mi biografía de García Márquez está repleta de frases positeadas.
“Tenga cuidado con sus lecturas. El último dueño era un adicto a Juan Manuel de Prada. Imagínese lo que sufrió el pobrecillo”. Sólo pude asentir ligeramente y recordé que tenía un libro de Prada en mi estantería de cuyo título no quería acordarme. Noté un nudo en la garganta, pero el vendedor fingió no darse cuenta.
Mi cazafrases artesanal sólo sirve para los libros de papel. Pero leo en la hamaca de Manuel Rodríguez Rivero, que este verano tampoco ha dejado su sillón de orejas, que Amazon ha creado una aplicación que permite descubrir a los lectores digitales las frases que más han gustado a los lectores que nos precedieron.
Los “popular highlights” son una guía, pero también una molestia. Una selección en papel - como “De jardines ajenos”, de Adolfo Bioy Casares - es necesariamente finita pero un cibersubrayado, democrático y actualizado casi cada minuto, no tiene límites: permite atravesar los libros más populares saltando de cita en cita y convertir casi cualquier frase en un aspirante a aforismo.
Ignoro si la aplicación del Kindle permite conocer a quién le gustó la frase seleccionada, cuándo, dónde y por qué. Pero ahora que el lápiz es un objeto casi extraordinario en nuestras vidas - por no mencionar al sacapuntas -, los “popular highlights” nos permiten a todos convertirnos en intelectuales, si es cierta la cita citada que acaba de atrapar mi cazafrases en una reseña de J. Ernesto Ayala-Dip: “En algún sitio definió Steiner al intelectual: un hombre que lee un libro con un lápiz en la mano”. Claro, que como me advirtió el vendedor de mi cazafrases, hay que tener mucho cuidado con el libro que sostenemos en la otra mano.
16/8/10