El tuit que pueden ver sobre estas líneas fue publicado por @Cinemelodic el pasado 13 de septiembre, y cuando lo vi, me hizo pensar sobre el papel de la figura del héroe, no solo en el cine o el arte en general, sino también como parte de nuestro acervo cultural.
Si la elección que plantea dicho tuit me hubiera llegado hace 10 años, mi decisión hubiera sido, sin lugar a dudas, Indiana Jones. Indiana Jones representa -al menos en cine- al héroe por excelencia: guapo, inteligente, temerario, aventurero... y además odia a los nazis, ¿qué más se podría pedir de un héroe? Rick, de Casablanca, me resulta demasiado cínico y de vuelta de casi todo como para considerarlo un héroe al uso (aunque comparte con el profesor Jones el odio por los nazis, lo cual es un punto a su favor) y James Bond tiene para mí demasiada flema británica como para convertirse en uno. Además, el único espía al que consideraría un héroe sería alguien tipo Edward Snowden, y no un mercenario al servicio de su graciosa majestad.
Y al fin llegamos al cuarto en discordia, la razón de que esté escribiendo esto: Atticus Finch, interpretado en el cine por Gregory Peck. Atticus Finch, para quien no lo conozca, es el padre de la niña protagonista de la novela (y su correspondiente adaptación al cine) Matar un ruiseñor, escrita -la novela- por Harper Lee y dirigida -la película- por Robert Mulligan. Finch es un abogado de Alabama que defiende en un juicio a un hombre negro injustamente acusado de violar a una mujer blanca, durante el periodo de la Gran Recesión. La historia, narrada por la hija de 6 años de Atticus (Scout) trata, evidentemente, el conflicto racial estadounidense y Harper Lee convierte a Finch no solo en un adalid de la igualdad entre blancos y negros, sino también en el padre que todos querríamos tener y, por extensión, en la persona que todos desearíamos ser. Así que ocurre que toca elegir, como la ciudad de Gotham en la película El Caballero Oscuro,entre el héroe que merecemos o el héroe que necesitamos; entre lo mítico y lo mundano; entre lo real y lo imaginado; entre lo pulp y lo realista. Y es entonces cuando me descubro pensando en que, a día de hoy, y con las cosas como están en nuestra frágil sociedad, escojo sin dudas a Atticus Finch como el héroe más grande de todos los tiempos: porque es como deberíamos ser nosotros; un modelo a seguir, y 60 años después de su creación sigue siendo actual y necesario. Necesitamos héroes como Atticus Finch. Necesitamos ser como Atticus Finch.