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Cada noche, el mismo sueño recurrente con la muerte visitándole en forma de atún. No entendía el significado de tamaña locura, que incluso le divertía, y que achacó a que no digestionaba bien sus copiosas cenas. Dispuso aligerarlas y hacer algo más de ejercicio cruzando unos largos en su piscina cubierta antes de dormir. Lejos de desaparecer, las pesadillas se hicieron cada vez más frecuentes. Lo que en un principio le solazaba y era tema de conversación en los desayunos de trabajo, se convirtió en una verdadera angustia. Hombre hipocondríaco donde los hubiera creyó que esas imágenes podrían ser síntomas de algún mal, con lo que su desazón fue in crescendo. Se realizó un chequeo completo que descartó cualquier enfermedad, pero los sueños continuaban. Pensó que si no era nada físico, el problema debía hallarse en su mente. Desesperado, decidió acudir a un acreditado psiquiatra con el convencimiento de que las alucinaciones nocturnas eran producto de alguna terrible dolencia mental.–¿Me estoy volviendo loco, doctor? Dígame la verdad...–Nada más lejos de la realidad. Sus sueños son premoniciones de una larga vida; ¡vamos, que son de manual! –le tranquilizó el galeno–. Ni enfermedad física ni mental. Lo que usted tiene es el don de poder soñar con atunes… Los famosos atunes freudianos como vaticinadores de vidas longevas. Le envidio, amigo, ¡ojalá yo los tuviera!El hombre quedó mucho más tranquilo.Se acostumbró a compartir las noches con protagonistas tan singulares hasta que un día despertó convertido en pez y no pudo hacer nada por llegar a coletazos hasta la piscina.
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