Parte de la crítica wagneriana ha considerado que esta edición de "Die Walküre" adolece de cierta inmadurez por parte de Georg Solti. Comprobaremos que no es exactamente así, puesto que globalmente su dirección y su concertación tienen un altísimo nivel. Comienza, es cierto, con un Preludio no del todo satisfactorio; en cuanto al "sonido", sobresalen las cuerdas ásperas e incisivas, pero el fraseo es un poco monolítico por uniformidad dinámica y agógica. En toda la primera escena no puede imaginarse timbre más sedoso que el de la cuerda vienesa, pero esta belleza no termina de subrayar la angustia de la situación (por ejemplo, durante la primera mirada entre los velsungos). No obstante el trabajo con las maderas es soberbio, de una gran elocuencia (por ejemplo, al interrogar Hunding al silente Siegmund o en la primera aparición del motivo de la espada). La continuidad narrativa es sobresaliente y los pasajes orquestales culminantes (la espada saliendo del fresno) tienen esa espectacularidad característica del director húngaro. Se puede discutir un poco su profundidad pero no su enorme fuerza teatral. En esto, como en la motivación de su reparto, Solti es un director vinculado a la tradición de los Krauss, Toscanini, Walter y Kleiber. Su mejor logro, como se verá, consiste en sostener adecuadamente a cada cantante; por un lado estimulando la arrasadora intensidad de Crespin con acompañamientos de alto voltaje y por otro obteniendo de King un Siegmund creíble pese a que ni sus medios ni su personalidad eran realmente heroicos.
Desde sus primeras frases, nos seduce la voz cremosa y dulcísima de Régine Crespin, de canto insinuante y sensual al ofrecer el cuerno de hidromiel. Con ella además somos conscientes de toda la conmoción que despierta en su interior la historia de Siegmund (Escena 2ª) . En su narración del encuentro con Wotan, Crespin soporta comparaciones expresivas con la mismísima Lehmann, a quien supera en cuanto a vocalidad estricta (con graves más conseguidos) o en los pasajes más expansivos (anuncio de la espada). La amplitud de su cavata y la intensidad del timbre y el acento permiten que, junto al acompañamiento de Solti, de un lirismo exaltado, se alcance una referencia absoluta ("O fänd' ich ihn heut'"). Se encontraba la cantante en su mejor momento y apenas se percibe la tendencia del extremo agudo a abrirse en los ataques di forza. Igualmente inolvidable resulta desde "Du bist der Lenz", donde dulzura y arrebato se dan la mano como pocas veces se haya escuchado. Por si esto fuera poco, además de un timbre subyugante y un temperamento abrasador, Crespin puede presumir también de interiorizar perfectamente el personaje. El proceso de reconocimiento del hermano se refleja a través de pasajes a media voz, hermosísimos, que tienen gran sentido narrativo y sicológico. En definitiva, este primer Acto es la promesa del posiblemente el mejor retrato discográfico de Sieglinde.
James King, de timbre bruñido y gallardo, se muestra sensible en la primera escena, aunque en la gama dinámica suave la voz oscila y se empaña. Su declamación de los pasajes más nerviosos resulta por contra un poco genérica. En realidad tanto por voz como acento King se delata como tenor de rango lírico o de medio carácter, pero sin tener o querer aplicar todos los recursos técnicos necesarios para el claroscuro. Por ello su narración de la Escena 2ª es válida, pero carente tanto de aliento épico como de poesía (obsérvese la superficialidad de la frase "Nun weisst du, fragende Frau"). Se aprecia mucha mayor motivación desde el Monólogo de la tercera Escena, tanto en las primeras imprecaciones como en la evocación de Sieglinde. Apoyado en el excitante soporte de Solti, los "Wälse" surgen de forma natural, amplios y bien timbrados. En la siguiente sección el trabajo de acentos y matices es muy notable, apareciendo por fin un personaje creíble. Raya a la misma altura en la primera sección del dúo, igualando la intensidad de su compañera. Las apreciables cualidades líricas del timbre sobresalen en el "Winterstürme", efusivo y de generosa amplitud, sostenido por un tejido orquestal primoroso de Solti. Sin que se pueda decir que ilumine cada palabra o se extasíe en la melodía, es muy persuasivo en conjunto. En la arrobada sección central del dúo encontramos los mejores momentos de King, que no resulta avasallado por Crespin ni mucho menos. La invocación a Nothung surge con heroísmo de buena ley, sin forzaduras audibles y podemos calificar de sobresaliente la fusión de cantante y orquesta hasta el arrasador cierre de Acto, conducido por Solti de forma desbordante.
Frick, ya maduro, sigue siendo autoritario y firme, si bien su voz no resulta tan imponente como podría esperarse (por ejemplo, en su frase "Heilig ist mein Herd"). En cambio matiza y acentúa con intención, mostrando siempre, dentro de un tono arrogante, la sospecha apenas disimulada hacia el huésped inoportuno, que al final de la Escena segunda estalla en feroces acentos.Barra libre de opiniones, m?sica y lo que se me ocurra, que para eso es mi blog.