Comencé a sentir mi miseria en el jergón sobre el suelo, escuchando
música, mi miseria, es por eso por lo que deseo
cantar.
La habitación se cerró sobre mí, yo esperaba la presencia del Creador,
vi las paredes y el techo pintados de gris, contenían mi habitación, me contenían a mí
de la misma forma en que el cielo contenía mi jardín, abrí la puerta
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aviones de nuestras propias almas que rugen sobre el tejado han venido a dejar caer angélicas bombas
el hospital se ilumina a sí mismo se derrumban
paredes imaginarias Oh escuálidas legiones salid corriendo de aquí Oh conmoción de misericordia
salpicada de estrellas la guerra eterna ha llegado Oh
victoria, olvida tu ropa interior somos libres
Estoy contigo en Rockland
en mis sueños tú caminas chorreando de un viaje por mar
sobre la autopista que atraviesa América anegado en
lágrimas hasta la puerta de mi casa de campo en la noche
de Occidente.
Allen Ginsberg. De Aullidos y otros poemas
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