Revista Cultura y Ocio

Aunque tú no lo sepas

Publicado el 03 octubre 2010 por Diebelz

 En el remanso de la noche y su reflexión fui consciente de haber sido una metáfora. Con aquel libro cruzado por mis dedos, derrotado sobre mi pecho y los ojos anclados en algún rincón de mi habitación, pensé que, efectivamente, fui metáfora. Había cruzado aquella librería -única en toda la isla, verde, simulando ser una tienda decimonónica de algún barrio de Praga o Berlín- con una abultada mochila sobre mi espalda y una lámpara apagada, encogida, en aquella bolsa de plástico que sostenía en una mano por querer equilibrar mi peso. Más que una tienda era una habitación en la cual los libros tapiaban las cuatro paredes y, entre estantería y estantería, había aún más libros que insistían en rellenar los oscuros huecos con sus existencias. Ante la mansedumbre que pedía libros para el colegio o el instituto, percibiendo el rumor de fiesta filtrado desde la soleada calle, me abrí paso hasta una estantería. Sin apenas fijarme me hallaba frente a los poetas de todos los esparcidos tiempos y, por alguna razón, mis pupilas se clavaron en aquel ya conocido poemario. Con mi dedo índice y una asentida sonrisa de inesperado descubridor, atraje aquel libro hacia mis palmas. Hojeé. Hojeé el recuerdo, las contadas ocasiones en las cuales extraía este libro de la biblioteca, la facultad, aquella canción, esa chica, Barajas, los hoteles que habité con la soledad, los tiempos de un ser y de todos, Madrid, la noche, la dedicatoria...La experiencia hecha poesía o la poesía hecha experiencia.

Aunque tú no lo sepas

Leyendo, aunque tú no lo sepas...

Volví a clausurar aquel libro, ubicarlo en su estado natural. Ya de espaldas me froté una duda. Mis cejas también arquearon una sincera y subversiva duda. ¿Y si este era el mejor momento para no perder lo perdido, rellenar el vacío?¿Confraternizar con los poemas ya vencidos, tan conocidos que son tatuajes, piel?Asentí con un puente de por mueca. Doblé la espalda y atraje con mi dedo índice aquellas ya tan conocidas Habitaciones separadas. Pagué el rescate de estas 77 páginas de Luis García Montero y volví a (re)leer aquella canción del gran Enrique Urquijo y Quique González, aquel cuento de Almudena Grandes, aquella película que me recomendó L. para sellar también un círculo que ella, sin yo saberlo, también seguía, tatuando pisadas en la misma calle donde yo devoraba crépes, emborrachaba noches, abatía domingos para olvidar: 
"Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminado
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...
Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas."

 Mis abatidos párpados declinaron. Pensé entonces, una vez más, que acaso fui metáfora. Alguien que, con su apagada lámpara ronda calles, acumula vacíos para rellenar neveras, y, sin propósito alguno, se tropieza con las palabras, las canciones, los nombres, los lugares, la experiencia de la poesía, el pasado.
"Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas."

Sueño.




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