Parezco un tanto plúmbeo estos últimos días pero el motivo lo justifica. Hace poco, sesteando el fin de semana, vi en una cadena –no recuerdo cuál ni el título- una película que me encantaría localizar. Se trataba de una chica que se auto lesionaba de forma intencionada. Era muy interesante ver la evolución de este trastorno psíquico, poco conocido, del que ya llamé la atención en este blog.
Según Joan Montané la autolesión puede definirse como una válvula de escape para liberar un dolor acumulado e intolerable para el que no se encuentra otra vía efectiva. Es indudable que la acción cumple su cometido, de lo contrario no se regresaría a ella, pero tal como sucede con las adicciones, tras la tranquilidad inicial, el sentimiento de culpa, vergüenza e impotencia vuelve con más fuerza, por lo que termina creándose un círculo vicioso del que no es fácil escapar. Y es que resulta obvio que en las autolesiones hay un componente adictivo. Formas de autolesión son: cortarse, quemarse (o “marcarse” con los objetos calientes), pincharse en las heridas de la piel o reabrir cicatrices, tirarse del pelo (tricotilomania), golpearse con objetos, romperse huesos, golpearse la cabeza o hacerse piercings o tatuajes múltiples.
A través de la historia, varias culturas han creado intencionalmente marcas en el cuerpo para propósitos culturales o religiosos. Algunos adolescentes, especialmente si están con un grupo que se engancha a tales prácticas, pueden ver esto como un ritual o rito de ingreso al grupo. Sin embargo, el daño corporal continuado tiene otro origen: es un autoabuso. La mayoría de los adolescentes que se autolesionan actúan solos, no en grupo y ocultan su comportamiento.
Con las nuevas formas de comunicación han aparecido en YouTube vídeos en los que se fomenta o explica la autolesión deliberada sin la intención de suicidarse. Se estima que un 14% a 24% de los jóvenes y los adultos jóvenes participar en este comportamiento auto destructivo (destructivo corte, quema, cosecha e incrustación de objetos para causar dolor o daño. Sobre este tema tan preocupante ha llamado la atención una reciente publicación en Pediatrics.
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