Es duro escribirlo y asumirlo, pero tal y como están las cosas en España con el maldito covid-19 ahora lo que toca es el autoconfinamiento social: De casa al trabajo, o al aula, y vuelta a casa. Eso implica ver siempre a la misma gente, salvo casos excepcionales, y cortar por lo sano los encuentros con amigos o las visitas a las personas mayores si vamos con niños. La entrada masiva en las aulas es una bomba de relojería para la infectividad del coronavirus y es un riesgo innecesario exponer a nuestros mayores a un contagio que puede ser mortal. Es preferible que los abuelos dejen de ver una temporada a sus nietos a que no los vuelvan a ver nunca.
Vienen meses en los que se intensificarán los palos de ciego de los expertos sanitarios y nuestra clase política seguirá sonrojándonos con sus triunfalismos, dejadeces, estupideces y contradicciones. La chapucera vuelta a las aulas que estamos viviendo o que Madrid ya sea el Wuhan europeo son dos ejemplos más de que se han hecho muy mal las cosas desde los despachos oficiales. Estamos pagando muy caro el no haber hecho los deberes en verano -las ucis ya echan humo- y todavía no ha empezado el otoño.
El maldito virus es complejo y seguirá con nosotros hasta que no haya una vacuna segura y efectiva. El bicho nos recuerda cada día que no entiende de fronteras, ni de ideologías, ni de partidos, ni de presupuestos, ni de pactos para tumbar al contrario. Lo suyo es infectar células para reproducirse masivamente y asaltar el máximo de cuerpos humanos para seguir con su alocado viaje mortal. Una supervivencia microscópica que mata. Vivir para matar.
Por eso la única forma de frenar al covid-19 es con nuestra responsabilidad individual. Actuar correctamente con nuestro entorno y no exponerse a zonas de contagios, especialmente en los recintos cerrados. El efecto socieconómico ya es demoledor y sangrante, pero si no desinfectamos todo lo posible nuestra rutina diaria, todo se multiplicará de forma insoportable hasta perder definitivamente el control.
Salud, suerte y mucho autoconfinamiento social. No nos queda otra.
Covid-19: Tanta improvisación "made in Spain" mata