La autoestima es un tesoro. Es el saldo de una cuenta que aumenta o que disminuye según vamos haciendo ingresos o retiradas en el banco.
El importe de nuestro saldo determina la magnitud de nuestro poder. Porque la autoestima es poder en estado puro. Las cosas que te permitan atesorar más autoestima incrementarán tu poder. Harán que encuentres más fácil avanzar en todos aquellos proyectos y aventuras en que los te embarques porque tendrás una visión más optimista a la hora de hacer frente a tus metas y a tus desafíos.
Sin embargo, todo lo que reduzca tu nivel de autoestima contribuirá a mermar tu poder. Añadirá un plus de dificultad a todo lo que te propongas y se te hará más cuesta arriba el poder alcanzarlo. Percibirás que entre tú y tus metas existe una distancia mayor y un camino complicado y lleno de obstáculos.
Pero no se trata de tener un saldo gigantesco de autoestima. Si la confianza que tienes en ti no está avalada por ningún fundamento real tus expectativas de alcanzar tus metas serán poco realistas y es posible te que estés dirigiendo de forma temeraria al fracaso.
El diccionario define la autoestima como la valoración generalmente positiva de uno mismo. Y su secreto reside ahí precisamente: en que la autoestima no es más que una opinión personal. Es simplemente un juicio, una creencia que tenemos nosotros mismos en torno a nuestras propias capacidades, a nuestros recursos personales y a nuestras limitaciones a la hora de conseguir algo.