Tener un alto aprecio hacia uno mismo sirve de protector contra el envejecimiento patológico y puede ayudar a conseguir una mayor longevidad
La autoestima es una verdadera medicina ‘antiaging’ (antiedad), especialmente útil para las personas mayores, ya que estas se ven frecuentemente afectadas por depresiones o situaciones de baja autoconfianza, provocadas por la soledad, el aislamiento o los estereotipos asociados a su edad avanzada.
Esta «vitamina psicológica», consistente en valorarse a uno mismo de forma positiva, también es una gran ayuda sobre todo para las mujeres mayores, en contextos de recesión y crisis como el actual, porque ellas padecen la angustia por la incertidumbre que deben atravesar sus hijos y nietos y tienen «sensores más potentes en cuanto a la conflictividad familiar».
Esto explica José Antonio Flórez, catedrático de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Oviedo (España) que impulsa el programa ‘Autoestima, felicidad y salud’, consistente en una serie de talleres psicológicos centrados en reforzar la autoestima y potenciar su uso como «medicamento» eficaz para prevenir las enfermedades y a la vez reducir el gasto farmacéutico”.
De acuerdo a la experiencia de Flórez, «la baja autoestima supone un caldo de cultivo adecuado para que se potencie el envejecimiento patológico, mientras que una autoestima elevada puede servir como protector contra enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y puede contribuir a la longevidad».
La psicóloga clínica Margarita Marqués está de acuerdo con Flórez, ya que «teniendo en cuenta que la autoestima es considerada «el sistema inmunológico de la consciencia», y dada la estrecha relación entre el cuerpo y la mente (psique y soma) de las personas, no resulta extraño que también potencie las defensas orgánicas». Según Marqués, la autoestima «puede subir o bajar dependiendo de los elogios o críticas que recibamos.
En todo caso, según esta psicóloga, conviene «sentirnos a gusto en nuestra propia piel», porque de ello depende «sabernos y sentirnos capaces de conseguir las metas que nos proponemos, descubrir lo que queremos y luchar por ello, funcionar bien en la pareja, el trabajo y otras parcelas de nuestra vida y ser fieles a nosotros mismos, en vez de seguir los designios ajenos».
Estos son sólo algunos de los beneficios y aspectos poco conocidos de la autoestima, según demuestra un breve repaso de las últimas investigaciones psicológicas y revelaciones de los expertos.
El Centro de Psicología del Baile de la Universidad de Hertfordshire (UH por sus siglas en inglés), situada en Londres (Reino Unido), ha descubierto que el baile, no sólo mejora el ánimo y preserva la saluda de nuestro corazón y arterias, sino que también ayuda a mejorar nuestra autoestima.
«Bailar es fundamentalmente instintivo», ha explicado Peter Lovatt, un psicólogo de la UH y bailarín profesional. Para averiguar qué relación existe entre la autoestima y la actividad del bailarín, Lovatt realizó una encuesta a casi 14.000 personas, descubriendo que las mujeres se sienten más seguras al bailar que los hombres, aunque ambos tienen altibajos de confianza en sí mismos, según pasan por distintas etapas de su vida.
Los varones van cobrando confianza de forma lenta y sostenida hasta que llegan a los 30 años de edad, momento en que la pista de baile los vuelve a intimidar. A mediados de los 50 años ellas vuelven a confiar en su forma de bailar, mientras que ellos lo consiguen pasados los 60 años, ha descubierto Lovatt.
Por otra parte, sentarse con la espalda recta además de beneficiar a nuestra columna vertebral, puede ayudarnos a ser psicológicamente más fuertes y felices, debido a factores mentales y hormonales.
De acuerdo a una investigación de la Universidad Marshall (MU, por sus siglas inglesas), en California, EE.UU., mantener una buena postura corporal no sólo reduce la sensibilidad al dolor lumbar, sino que además aumenta nuestra autoestima y asertividad, concepto que viene a significar equilibrio emocional, frente a los otros y nuestro bienestar psicológico.
Autoconfianza elevada
El estudio constó de dos experimentos en los que participaron varios voluntarios. En uno de ellos tuvieron que mantener una postura dominante (mirada alta, hombros rectos y trasero y columna pegados a la silla), tras lo cual se midió su nivel de dolor ante un estímulo. En el otro se valoró cómo la postura corporal incidía en la relación que mantenían con un interlocutor.
Los participantes que asumieron una posición recta y dominante evidenciaron una capacidad más elevada de soportar el dolor y tuvieron un mayor grado de tolerancia ante una situación de estrés eventual, gracias a esta posición dominante que, además, induce a que el cuerpo libere más testosterona.
«El interlocutor de una persona que mantiene una postura dominante puede reaccionar sublevándose o asumiendo una posición sumisa. Para aumentar el sentimiento de poder y control, lo mejor es sentarse con el pecho hacia adelante y buscando alargar el tórax», ha explicado Scott Wiltermuth, autor del estudio de la MU, quien investiga cómo los individuos se comportan y actúan en grupos y parejas.
Asimismo los estudios contribuyen a poner en la picota algunas creencias sobre la relación entre autoestima y aspecto corporal.
La obesidad o el sobrepeso son factores que suelen vincularse al origen de una baja autoestima, pero puede ocurrir a la inversa: que la gente con baja autoestima tenga más probabilidades de engordar o volverse obesa, según han descubierto investigadores del King’s College de Londres (Gran Bretaña).
Según otro estudio, del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla (España) hay gente obesa que se ve mejor a sí misma que la percepción que sobre ella tienen aquellos con un peso normal acorde a su edad, sexo y estatura, y utiliza con frecuencia adjetivos positivos para definir o describir su propia personalidad.
Fuente: www.diariodeleon.es