Autoestima: Definición y Formación
La autoestima es una palabra que, procedente del campo de la psicología, en poco tiempo se ha vuelto muy popular y ha llegado a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano, con lo que todos tenemos al menos una idea intuitiva de su significado. La autoestima es el amor que yo siento por mí mismo, lo que yo me estimo.
La autoestima es uno de los temas que junto a otros como la responsabilidad, las drogas, la sexualidad,… preocupa a padres y educadores una vez llegada la adolescencia. Sin embargo, el establecimiento de la autoestima se da mucho antes, en el periodo de formación de nuestro carácter, que va desde el embarazo hasta aproximadamente nuestros 6-7 primeros años de vida, y depende de la satisfacción de las necesidades primarias. Las necesidades primarias hacen referencia al alimento, el descanso, la satisfacción sexual y a una vivencia de seguridad afectiva que brinda el afecto, la atención al llanto, el contacto corporal,…
Cuando las necesidades primarias no se cubren adecuadamente el niño vivencia al mundo que le rodea como un lugar hostil, las relaciones con los demás como algo frustrante y negativo, y a sí mismo como poco merecedor de atenciones, sentando las bases de una baja autoestima (niños duros: desde fuera parecen sufrir menos, pero lo han logrado a costa de endurecerse a consecuencia de la resignación).
Sin embargo, cuando estas condiciones se cumplen, el niño percibe al medio externo como un lugar bueno, agradable, positivo, se da cuenta de que relacionarse con los demás es algo que merece la pena, y se siente a sí mismo como digno de dichos cuidados, lo que permite sentar un base sólida de cara al adulto que mañana será (niños fuertes: no han perdido su sensibilidad natural, pero disponen de otras capacidades apoyadas en la seguridad en sí mismos, que les ayudan a afrontar las dificultades que puedan presentárseles).
Autoestima y Amor:
De esta manera vamos conformando una forma de comportarnos con nosotros mismos y con los demás, de amarnos y de amar. Si yo me aprecio y me cuido, apreciar y cuidar a los demás será algo natural. Si soy exigente conmigo mismo, lo seré también con las personas de mi entorno. No puedo dar a los demás lo que no me doy a mí mismo, porque no puedo dar lo que no tengo.
Y estas tendencias aprendidas en el inicio de nuestra existencia, y que forman parte de nuestro carácter (forma estereotipada de actuar, pensar y sentir con la que nos identificamos, y a la que han quedado reducidas todas nuestras potencialidades innatas iniciales), se ven de una manera mas evidente en nuestros vínculos privilegiados: en la relación de pareja y en la relación con nuestros hij@s. A través de estos vínculos tendemos a repetir nuestra historia familiar, es decir, hacemos con nuestros hij@s y nuestras parejas lo que de pequeños hicieron con nosotros.
Pero también tenemos la gran oportunidad de utilizar estas relaciones para sanarnos, y en el caso de las relaciones madre/padres-hij@s, podemos además romper de esta manera la cadena intergeneracional de transmisión de pautas familiares (esquemas rígidos de cómo creo que han de ser las cosas que condicionan mi forma de comportarme y el modo en que interpreto las respuestas de los demás). Nuestras vivencias tempranas nos condicionan en gran manera, pero no nos determinan totalmente. Es decir, el cambio es posible.
Hay una serie de pensamientos negativos, diferentes para cada persona, acerca de las mujeres (“todas son unas chismosas”, “sólo quieren atrapar a un hombre”, …), los hombres ("todos son iguales”, “sólo piensan en ellos mismos”, …), las relaciones de pareja (“el matrimonio mata el amor”, “para que una relación de pareja funcione hay que aguantar mucho”, …), e incluso acerca de uno mismo (“no soy digno de amor”, …) que condicionan mis expectativas, y por lo tanto mis actitudes y comportamientos. Estos pensamientos negativos fueron introducidos en la infancia a través de comentarios, actitudes y comportamientos de personas de nuestro entorno (principalmente transmitidos inconscientemente por nuestros padres y madres, ya que ellos también vivieron conforme a ellos, porque también a su vez recibieron en su infancia esos mismos mensajes).
Autoestima y Relación de pareja:
Cuando una relación de pareja comienza, cada uno ve al otro totalmente idealizado, no le ve defectos. Además esa imagen idealizada suele estar muy condicionada por las expectativas propias (es muy fácil que vea en esa persona lo que estoy buscando, y no atienda a lo demás, es decir, veo lo que quiero ver). La naturaleza contribuye en mucho a ello: hay un pico hormonal (adrenalina, oxitocina, endorfinas, …) que hace que nuestra forma de pensar, sentir y actuar esté alterada. La duración de este periodo es variable, pero no suele llegar más allá de los tres meses.
Mientras dura apenas podemos pensar en otra cosa que en la persona amada, todo lo demás pasa a un segundo plano, vemos el mundo mas bello, … En esos momentos damos lo mejor de nosotros mismos (cuidamos lo que decimos, la ropa que llevamos puesta, tenemos detalles, …) y vemos lo mejor de la otra persona. Es una etapa maravillosa, pero tiene un fin. Y es una suerte que lo tenga, porque sería muy difícil mantenerse así toda la vida “en babia”, tendríamos muchos mas accidentes o acabaríamos enfermando porque es una situación que requiere de muchísima energía.
Desgraciadamente la idea del AMOR que nos venden, suele identificarse exclusivamente con esta etapa, y este falso mito hace que no se valoren otras etapas de la relación de pareja que pueden llevarnos a un mayor crecimiento personal (porque a partir de aquí hay que “currárselo” mas). Pasada esta primera fase de “borrachera emocional”, uno comienza a ver por primera vez a la otra persona tal cual es, con sus defectos, sus momentos no tan buenos, … y puede aparecer un pequeño o gran desencanto. A veces la necesidad de una pareja (por el miedo a estar solo) y las expectativas ocupaban tanto espacio, que uno se decepciona enormemente. En cualquier caso, y de una forma bastante general, es aquí cuando empezamos a ver en la otra persona cosas que no nos gustan, y además intentamos cambiarlas. Vemos muchas veces no lo que es, sino en lo que se podría convertir. No le aceptamos tal cual es y esperamos llegar a cambiarlo.
La pareja es en realidad el espejo en que me miro, y donde veo de una manera evidente lo que me niego a ver en mí mismo. Su presencia supone la oportunidad de aumentar nuestro grado de conciencia, y por lo tanto de seguir creciendo y madurando. Aunque desgraciadamente en muchas ocasiones no ocurre así. En cada conflicto creemos ver con claridad la parte de responsabilidad de nuestra pareja, y le culpabilizamos de nuestro malestar. Pero … qué fácil es señalar con el dedo!! Olvidamos frecuentemente que en cada conflicto de pareja una parte es mía. Olvidamos frecuentemente que cualquier tipo de relación de pareja la establecen ambos. Recuerda que introdujiste a tu pareja en tu vida. Es mas, una vez establecida una situación o relación, yo y sólo yo decido si permanezco o no en ella.
Ocurre que el amor saca fuera todo lo que no es amor, es decir, hace limpieza general y aparecen todos nuestros miedos, nuestras pautas, emociones reprimidas, pensamientos negativos, … (como cuando hacemos una dieta de limpieza y comienzan a aparecer un montón de síntomas físicos). Como ya hemos dicho, existe una tendencia a repetir los patrones familiares. Esto quiere decir que en la familia que creo tiendo a repetir las formas de relación de mi familia de origen, y que al mismo tiempo me relaciono con mi pareja de una forma sospechosamente familiar a la que me relacionaba con uno de mis progenitores.
Todo esto puede verse muy claramente en casos de maltrato (mujeres maltratadas en su infancia acaban casándose con maltratadores, hij@s de alcohólicos eligen como parejas a adictos al alcohol u otras sustancias, …). Personas que han cambiado de pareja en diversas ocasiones se sorprenden muchas veces al darse cuenta de que las diferentes relaciones establecidas habían muchos puntos en común (el tipo de conflictos, cómo se sentían en la relación, …).
En otras muchas ocasiones ni siquiera aparece este tipo de conciencia, pero se quejan de su mala suerte por haber topado siempre con un mismo tipo de persona, y de que “todos los hombres (o mujeres) son iguales. Lo cierto es que si una y otra vez me encuentro en la misma situación es hora de pensar que algo tendrá que ver conmigo. Y si nos encontramos una vez mas en el mismo lugar es porque algo tenemos que aprender de esa situación para poder superarla; y si no aprendo de ella, si no adquiero la comprensión y desarrollo la capacidad necesaria para resolverla, me la seguiré encontrando una y otra vez, con la misma persona, o con otras.
Cuando uno logra aumentar su autoestima cambiar una pauta es mucho mas sencillo. Alguien se atasca cuando siente que no se merece nada mejor que lo conocido (el trato al que se acostumbró cuando era un niñ@ o un bebé), y si se encuentra con alguien que supera sus expectativas (que no corrobora sus pensamientos negativos) intentará inconscientemente boicotear la relación para confirmarlas, o saldrá corriendo. “Si te amas a ti mismo, automáticamente les das a los demás la oportunidad de que te quieran. Si te odias, no permites que los demás te quieran. Si tienes poco amor propio y una persona te quiere y te acepta, la rechazas (“es demasiado bueno para mí”), intentas que cambie o piensas que miente.” (SONDRA RAY; Relaciones con amor.)
Todos arrastramos carencias, todos llevamos un niño o niña “herid@” en nuestro interior, al que le faltó quizás cariño, quizás atención, contacto físico, … y buscamos frecuentemente a alguien que llene mis huecos. Esto es muy evidente con la pareja, a quien suelo responsabilizarle de ello (muchas veces ni siquiera pido, sino que exijo o doy por hecho que él o ella ha de hacer algo al respecto). Por supuesto que todo niñ@ necesita de un adulto que se ocupe de él, pero si quiero tomar las riendas de mi vida, sólo yo puedo de ocuparme de mi bebé. Yo he de ser consciente de mis necesidades y he de responsabilizarme de que queden cubiertas, de mi bienestar. Sólo de esta manera puedo dejar de sentirme una víctima.
La relación de pareja puede ser un hermoso lugar de crecimiento y disfrute si nos lo proponemos y nos esforzamos para ello. Para que una pareja funcione hay que “currárselo” y el trabajo pasa por reasumir lo que ponemos en el otro (por ejemplo, estando muy atento en cuando se producen los conflictos: recuerda que nunca nos enfadamos por la razón que creemos y piensa “realmente, ¿por qué me molesta esto tanto?”), por disculparnos cuando nos damos cuenta de que hemos cometido un error y por agradecer a mi compañer@ todo lo que aprendo a su lado (porque hasta sus comportamientos desafortunados me colocan justamente en la situación que necesito para aprender). El objetivo principal debiera ser estar en paz, y para ello hemos de abandonar la pretensión de tener la razón (todo el mundo la tiene, cada está en posesión de una parte de la verdad).
Autoestima y Maternidad/Paternidad:
En cuanto a la relación con nuestr@s hij@s, muchas de las cosas ya dichas pueden aplicarse aquí. Os recomiendo que os toméis un tiempo para pensar: ¿Cuál es mi idea mas negativa acerca de la maternidad/paternidad?, ¿Cuál es la idea mas negativa que tengo acerca de los hijos?.
Está claro que si parto de la idea de que “cría cuervos y te sacarán los ojos”, o de que la maternidad es una carga, es mas difícil que pueda disfrutar realmente de la relación con mis hij@s
Por otro lado, como dice SONDRA RAY, “los niños siempre representan tus factores negativos para que puedas verlos con mayor claridad”. Así que si tu hij@ está triste, asustado, rabioso o enfermo, trata de darte cuenta de cómo estás tú.
Si tu hij@ grita, tiene una pataleta o comienza a comportarse “mal” (pega, rompe cosas, …), no le grites, no le castigues, respira y trata de darte cuenta qué te ocurre a ti mism@, cómo te sientes y de qué manera has contribuido a su comportamiento (es muy probable que esté desahogando algo que te pasa a tí, l@s niñ@s son como esponjas), y haz algo para cambiar la situación (dale amor, “quiéreme mas cuando menos lo merezca, que será cuando mas lo necesite”).
Además en la manera en que nos comportamos con ellos, ellos se comportarán con los demás. Ellos aprenden mas de lo que ven que de lo que oyen. No son necesarios discursos sobre moralidad y respeto a los demás si nuestra actitud con ellos es congruente a dichos principios. Escúchales si quieren que aprendan a escuchar, ten en cuenta su criterio si quieres que tengan en cuenta el tuyo y el de los demás, discúlpate si has metido la pata si quieres que aprendan a hacerlo, diles siempre la verdad y no mentirán, demuéstrales tu amor y aprenderán a amar, … Cuando un niñ@ es respetado aprende a respetar a los demás, y también a la Naturaleza (no es casualidad que en nuestro entorno se maltrate tanto a nuestro entorno natural).
Os invito también a preguntaros: ¿Qué le pido a mi hij@?, ¿qué quiero o espero que mi hij@ me de? . Muchas veces hay una inversión de papeles y el hij@ acaba ocupándose de su madre o su padre, cogiendo una responsabilidad que no le corresponde. Nosotros hemos decidido traer a nuestros hij@s y somos los que hemos de dar, a ellos les corresponde tan sólo recibir. Un hij@ no puede ser jamás desagradecid@ porque no nos debe nada, nosotros hemos dado y es un regalo que halla podido recibir. Si espero algo a cambio de lo que doy, no estoy dando, estoy invirtiendo. Nuestr@s hij@s no son nuestros, han venido a través de nosotr@s y somos l@s responsables de su bienestar.
Para concluir os diré que podemos quejarnos y sentirnos víctimas en nuestras relaciones, o tomar las riendas de nuestra vida y mirarnos en el espejo que nos proporcionan nuestros hijos y nuestra pareja para aprender y crecer con el objetivo de vivir en paz.
Bibliografía
- Osho; Hombre y mujer, Ed. Edaf
- Daphne Rose Kingma; La química de las relaciones amorosas, Ed. Urano
- Sondra Ray; Relaciones con amor, Ed. Neo Person
- Sondra Ray; Yo merezco amor, Ed. Neo Person
- John Gray; Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus
- Jonh Gray; Marte y Venus comienzan de nuevo
- Robin Norwood; Las mujeres que aman demasiado