Hace un par de años, cuando una entraba a una tienda a preguntar por el precio de algo, el comerciante, con una sonrisita sádica, te tiraba en la cara una cifra exorbitante, y remataba “es que subió el dólar (today)”. Gozaban un puyero subiendo y subiendo. Pensaban que cada día eran más ricos, pensaban que era cheverísimo, pensaban que no había tope. Aquel indicador delictivo fue su Biblia y, cantando sus alabanzas, creyeron cavar nuestras tumbas, mientras cavaban las suyas.
Incluso cuando hubo dólares baratos hasta el punto de la aberración, cuando alcanzaban hasta para importar whisky, Nutella, estuchitos para el iPhone, que también se importaba con esos dólares; los vendedores con la misma sonrisita te decían que sus precios eran “al paralelo” porque ellos no trabajaban con el dólar oficial. El negocio era un negoción.
Se acabó la fiesta y, borrachos de avaricia, no se dieron cuenta. Durante un pocotón de meses su dólar delictivo se estacionó, confiado en que Maduro ya estaba de salida. Tenían un montón de puertas abiertas y una promesa de Ramos Allup: era cosa de seis meses. Estacionado el paralelo, los precios seguían escalando. Ya no era el dólar, ahora era la inflación.
Con los bolsillos apretados, terminamos comprando lo estrictamente necesario. Necesaria es la comida. Así, las que antes eran tiendas de cachivaches se convirtieron en minimarkets: pequeñas boutiques de comida, donde el arroz y la harina, a precios Today, eran las estrellas de las ventas. Los minimarkets fueron salvavidas para comerciantes que, sin pensarlo dos veces, cambiaron de ramo. La clase media, defensora de la libertad de mercado, al ver la libertad en las estanterías lanzó un quejido. Igual terminaron comprando. Cambiaron la Nutella y el whisky por arroz, aceite y azúcar.
Ahora el dólar delictivo, el de los cadiveros, raspacupos, usureros y contrabandistas, se volvió más loco y en pleno diciembre de un año terrible. Sus fans, aterrados, sacan cuentas y ninguna les cuadra. No pueden subir más sus precios. Muchos economistas que antes lo justificaban con el cuento de las sagradas las leyes del mercado, hoy dicen que este no tiene ningún asidero lógico. Ahora sí, claro…
En su locura, DolarToday se hizo un autogol. Es momento para que el Gobierno apriete y remate el partido.
@tongorocho