Lo explica muy bien Christopher Maurer en las páginas siguientes: durante una caminata virtual se enteró de la noticia de un manuscrito desconocido de Federico García Lorca. Estaba en un archivo de música de la Biblioteca del Congreso de Washington, y fue a verlo. Era un autógrafo de “Nueva York: Oficina y denuncia” con versos distintos a los conocidos por todos, tachados a lápiz por el poeta. ¿Cómo llegó a Estados Unidos? El lorquista cuenta la rocambolesca trayectoria del autógrafo y nos traslada su emoción ante el hallazgo:
“Fui a verlo y, como siempre ocurre ante un borrador, me sentí transgresor. Si el original manuscrito de un poema nos da la sensación de estar presentes en el acto de la creación (con ese cliché se intenta justificar su publicación), lo cierto es que nos colamos en ese acto sin ser invitados, fijándonos, ante todo, en lo que el poeta ha tachado o ha querido ocultar. Y en esta ocasión, el borrador deparaba sus sorpresas.
Anticipando por décadas, y con bravura, las preocupaciones ecológicas, el poema “Oficina y denuncia” (se titula así en el manuscrito) condena la brutalidad de una ciudad que levanta “sus montes de cemento” en un paisaje espiritualmente degradado, “donde el Hudson se emborrocha con aceite”. Condena la soberbia cuantificadora, la barbarie numérica de una ciudad que piensa que todo -absolutamente todo- se puede medir. Pensando en los miles -en los millones- de animales que se llevan al matadero para saciar la gula de “los agonizantes”, el poeta oye “los terribles alaridos de las vacas estrujadas”, y se convierte en redentor:
Me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite…
Pues bien, en vez de estos versos, que figuran en todas las ediciones, el borrador ofrece estas palabras estremecedoras, tachadas por el poeta:
Y me ofrezco a ser devorado por los campesinos españoles
en las escuelas nacionales para sabiduría y ejemplo de los niños.
La corrección fue certera -mejoró el poema-pero es difícil, ante estos versos tachados, no pensar en la mitificación póstuma del poeta, hoy leído y devorado en “las escuelas nacionales” de España y del resto del mundo”.
Fuente: El Cultural.es