La fotografía que ilustra la entrada de hoy, demuestra un vehículo a motor eléctrico, que parece ser el futuro del combustible en los automóviles. Lo curioso del caso no es el tipo, sino el origen de la energía: La urea. Un grupo de ingenieros de diferentes industrias (Toyota, BMW, Mercedes), trabajan en la obtención del hidrógeno a partir de la urea, lo que parece más sencillo y económico que utilizar agua con un estado de pureza difícil de conseguir.
El lema ponga una vaca en su vida cobrará más sentido que nunca, porque este animal no solo proporcionará leche de excelente calidad y carne a buen precio, sino litros de orina que permitirían desplazarnos miles de kilómetros gracias a este invento. Los urinarios públicos se verían convertidos en centros de reciclaje, y las sidrerías, en las que el zumo fermentado de la manzana actúa como extraordinario diurético, serían algo así como las f¡gasolineras, en versión asturiana, o vasca, que tanto da.
Diariamente entran y salen de la concha de San Lorenzo, en Gijón, cientos de millones de metros cúbicos de agua; la energía para moverlos proviene de las mareas, exclusivamente aprovechadas en la central de La Rance, en Francia. La energía producida es suficiente para la ciudad y alrededores, es limpia, ecológica y no creo que tenga gran repercusión sobre la rotación o traslación de nuestro viejo planeta. Mover los automóviles con orina me parece una excelente idea como alternativa a los combustibles fósiles; también son biológicos los detritos, y no precisan millones de años para formarse. La marea es un espectáculo cuando deja la arena húmeda y se refleja, al atardecer, la iglesia de san Pedro y el Campo Valdés; si además resultase provechosa, sería la octava maravilla.