Que este gobierno iba a buscar soluciones urgentes y desesperadas en los temas que menos le quitaban el sueño era algo que esperábamos. En el caso de las televisiones autonómicas estaba descontado. Lo público hoy en día es una rémora para intentar equilibrar el déficit. Da lo mismo que sea la sanidad que la comunicación, pasando por la educación o la investigación: hay que ajustar, recortar y ahorrar en todos los terrenos. Esa es una tarea fácil en la que no es necesaria más creatividad que la de restar recursos a corto plazo sin petender a medio o largo ningún objetivo. Rajoy ha dicho que lo tiene claro, que sabe lo que tiene que hacer para reconducir este país hacia el minimalismo que precisamos.
En el caso de las deficitarias televisiones autonómicas se ha abierto la veda. No han dicho ni como ni cuando. Se supone que ya y como sea. Si hay alguien que quiere quedarse con las televisiones públicas que de un paso adelante.¿Hay alguien ahí que no esté arruinado?
Este planteamiento es diametralmente opuesto al de Zapatero, que con la reciente ley audiovisual quiso proteger la bondad del servicio público de la información. Tanto esfuerzo para nada. Lo que se cuestiona hoy en día es lo que cuesta nuestro bienestar y parece que muchas florituras no tienen cabida.
No veo capacidad de contestación ante las medidas privatizadoras de un gobierno de mayoría absoluta y con las decisiones tomadas. No veo, tampoco, contestación ciudadana ante los cambios que se avecinan: la oposición anda refundándose y recreándose buscando su identidad y los ciudadanos bastante tienen con sobrevivir.
Ante este panorama todo vale para el PP, nada va a ser cuestionado con convicción. Somos más pobres, económicamente desde hace un tiempo, seremos más pobres espiritualmente en breve plazo. Es una suerte que equilibremos nuestra vida con nuestros recursos. ¿o no?