En los años ´80, al circular por la entonces flamante autopista, pomposamente llamada Ocho Vías, llamaban la atención unas pequeñas casetas distribuidas en paralelo a lo largo del trayecto. Era un cable coaxial, pero sería para la fibra óptica. Lo último. Aquellas casetas auguraban (parecían augurar, más bien) unas modernas telecomunicaciones gracias a una tecnología veloz y sólida, incluso ante tormentas y a nuestros tradicionales huracanes.
Pero eran los 80, el país estaba apuntado (y apuntalado) al proyecto de la sociedad del hombre nuevo, y con la defunción de ese proyecto, una muerte lenta ha tenido lo que se llegó a construir de la Autopista Nacional que debía terminar en Santiago de Cuba y dando tumbos se interrumpe hacia el centro de la isla. Igual destino debe haber tenido aquel otro proyecto de las pequeñas casetas, del cual tampoco se han vuelto a dar noticias.
En eso pensaba este fin de semana de 2018 cuando trataba de conectarme a esta otra autopista con la anunciada prueba gratuita de internet por la telefonía celular.