Cuando se estudia la historia de nuestro país de la última mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX solamente oímos hablar de su majestad el café, el grano de oro y más tarde del banano. La minería, si bien no alcanzó las dimensiones que tuvo en México y algunos países de la America del Sur, tuvo gran importancia en el enclave de Las Juntas de Abangares, El Monte del Aguacate y algunos otros sitios de la geografía nacional. En su novela, Avancari, Santiago Porras se ocupa de esta sección de la historia patria.
Claro que Ana Yolanda Zúñiga y Sergio Masis ya se habían ocupado del tema e inclusive hubo una puesta en escena, pero hay más espacio para los detalles en la narrativa.
Se trata de una novela de estructura sencilla, con cierto equilibrio entre diálogo y narración, cronológica, con claros indicadores de las partes. Sí hay interrupciones del fuir narrativo de la obra pero no pierde al lector. Hay varios narradores testigos que a veces se vuelven casi omniscientes. A veces uno duda del niveles de escolaridad tanto de los narradores como de algunos de los personajes por lo sofisticado de sus reflexiones.
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Otro de los narradores testigo-protagonista es un sencillo minero raso, quien como en la Balada del Café Triste de Carson MaCuller, relata la triste historia de él y de su comunidad. También sorprende por la agudeza de sus observaciones y las conclusiones a que llega. Indiscutiblemente se llevan las palmas los primos Gamba y lico cuando ellos con sus amigos se enfrascan en unas deliciosas (diría Cervantes) discusiones en torno a la historia y la política costarricense. Uno se maravilla de sus conocimientos y capacidad de análisis pero más clara y alta se oye la voz del sabio y disciplinado investigador y autor de la novela. Y concluye uno diciendo que los años no pasan en vano.
Una idea genial de Santiago fue personificar al oro y utilizándolo como uno de los elementos de enlace en la obra. Don Oro o San Oro nos brinda su testimonio a través de toda la historia. Nos conduce al inicio de su creación dice” Soy polvo de estrellas”, al antiguo Egipto, a la antigua Grecia de visita con el Rey Midas, al continente americano durante la conquista, al lado de los evangelizadores, durante el Gold Rush, por Centroamérica, durante el Destino Manifiesto y el filibusterismo y por el neo liberalismo y la globalización.
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El libro es un tesoro en cuanto al vocabulario, nos trae a la memoria al Quijote en la parte donde Sancho Panza es finalmente gobernador de la Ínsula Barataria y hace uso de su refranero para gobernar. Santiago utiliza los giros y refranes más inauditos que corresponden a ese Costa Rica no tan lejano pero que ya casi no está.
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Mi única pregunta es por qué no acercó a los capataces negros al lector para haber podido ver otros aspectos de ellos. Aparecen como un grupo uniforme y estereotipado como los soldados alemanes en las películas de guerra de la década de 1960-70. No les conocemos la parte humana La misma objeción le tiene Chinua Achebe a Jodeph Conrad en su Heart of Darkness.
Para La Coleccionista de Espejos:
Franklyn Perry P