El pasado martes por la noche se supo de la enfermedad de la presidenta argentina y, aunque yo todavía no soy capaz de discernir sobre su política, me fío de lo que me dicen sobre ella las gentes de por acá, sobre todo las que más cerca están de mí, y por supuesto, de la opinión de quien más quiero. Es decir, me importa la opinión parcial de los que a mí me importan y no la opinión, también parcial, de los que me importan un pito.
Pero de lo que sí puedo hablar es de mi simpatía hacia una forma de hablar y de coquetear con los medios. ¿Qué hay de malo en utilizar ciertas armas de mujer cuando el hombre no ha parado de utilizar, desde siglos, sus atributos, ya sea para hacer el bien o para su triste contrario?
Los noticiarios argentinos reprodujeron ayer repetidas veces el discurso que la presidenta dirigió a los gobernadores del país y, como no podía ser de otra manera, se refirió a su reciente diagnóstico, a su próxima operación y a su periodo de posterior tratamiento.
Habló, como no, a su vicepresidente y lo hizo como solo puede hacerlo una mina argentina:
Guarda con lo que hacés
Me encantan las personas que se enfrentan a su destino con bromas y entereza. Quizá otros piensen que eso es demagogia. A mí me gustaría haber visto en el presidente de mi gobierno, los mismos síntomas de fuerte personalidad.
Deseo a CFK una pronta recuperación: avanti morocha.
Luis Cercós (LC-Architects)
Buenos Aires – Madrid