En la presentación de este blog aludo al hecho de que, en ocasiones, cuando las luces de la sala se cierran y la pantalla se ilumina, sucede algo casi mágico, una experiencia única y arrebatadora que te transporta más allá de todo lo que creías posible. Eso es exactamente lo que me ocurrió al ver Avatar.
Es una película que supone un espectáculo de proporciones épicas. Un film que establece una nueva marca histórica en el cine. Una cinta revolucionaria que sacude al séptimo arte de la misma manera que lo hizo Star Wars, a finales de los 70. Como es normal, esto no sucede frecuentemente. Asistir, por tanto, a la proyección de un film que innova, que hace temblar los conceptos habituales para convertirse en una referencia visual, no tiene precio.
El éxito de este film es obviamente atribuible a la visión de James Cameron. Un director excepcionalmente creativo y decidido a aportar cosas nuevas en sus películas permitiendo que la industria del cine suba un escalón más cada vez que se pone tras las cámaras. Avatar no es sólo una revolución tecnológica de gran calibre, es también el triunfo de la visión personal de Cameron. Un realizador convencido de que es posible llevar a cabo proyectos, por muy difíciles que sean, demostrando una voluntad de hierro ante los estudios y esperando el tiempo que sea necesario para desarrollar los medios técnicos que hagan realidad sus ambiciosas propuestas. Comparte, pues, la forma de actuar de otros grandes creativos como George Lucas, Steven Spielberg, o Peter Jackson, que hacen de sus trabajos un intento de llevar ante el público ambiciosos proyectos que tienen una gran implicación personal para ellos.
La historia de Avatar empieza en 1994 cuando James Cameron concluyó un primer guión de más de 100 páginas con el argumento básico de la película. Tenía previsto que fuera su siguiente proyecto immediatamente después de Titanic, incluso había previsto que su estreno debía ser en 1999. Pero fue él mismo quien se dio cuenta que eso no iba a ser posible porque lo que había concebido sobre el papel era tan exigente a nivel técnico que resultaba imposible trasladarlo con la calidad que el realizador canadiense esperaba conseguir. A pesar de que la tecnología digital ya estaba muy asentada a finales de los 90, no era suficiente aún para lo que Cameron deseaba. Quería conseguir personajes digitales con un nivel de movimiento y gestualidad que aún no se había logrado por ningún estudio de efectos visuales.
Pero entre 2001 y 2003 se estrenó la trilogía de El Señor de los Anillos, en la que Peter Jackson y sus técnicos de WETA Digital consiguieron el que se consideró como el mejor personaje digital creado hasta ese momento: el siniestro Gollum. Cuando Cameron vio la "actuación" de Gollum en la gran pantalla se convenció de que ya era posible técnicamente lo que él deseaba. La confirmación la tuvo con el Davy Jones de Piratas del Caribe y el propio King Kong de Peter Jackson.
Así pues, Cameron recupera el proyecto de Avatar en 2005. Retoma el antiguo guión ampliando su escala épica. Se propone realizar una película de gran trascendencia y empieza a reunirse con un experto lingüista de la University of Southern California para crear la lengua de los alienígenas del film, los Na'vi. Desarrolla la cultura ancestral de los habitantes de Pandora y empieza a trabajar con diseñadores para ir creando storyboards. Contrata a WETA Digital para que se ocupen de la mayor parte de los efectos visuales del film aunque también deja una parte para Industrial Light & Magic. Junto con su socio, Jon Landau, consiguen la implicación de 20th Century Fox y acuerdan un presupuesto de 237 millones de dólares. Tras elegir al reparto, inicia el rodaje en abril de 2007 teniendo en cuenta que un 40% del film será filmación de imagen real y el otro 60% imagen generada por ordenador.
Pero la innovación de Cameron no se queda sólo en eso. La película se rueda con cámaras que ha creado él mismo (un sistema llamado Fusion Camera System Technology) con el objetivo de conseguir una nueva forma de proyectar en 3-D. El equipo que ha creado consiste en cámaras que integran, en su funcionamiento, dos captadoras de alta definición, de forma que durante el mismo rodaje del film ya se ve el efecto de profundidad, no hay que añadirlo a posterioridad. Los técnicos de WETA desarrollan unos nuevos sensores faciales que llevaran los actores que tienen personajes digitales. Esta especie de máscaras registran, mucho mejor que en otros casos, las marcas de expresión y consiguen un efecto de realismo nunca visto antes. Además, Cameron y su equipo pueden ver al personaje digital a medida que se rueda lo que le permite corregir errores antes de llegar a la sala de montaje. Este nuevo sistema de captura de imagen asemeja aún más a Zoe Saldana, Sam Worthington, Sigourney Weaver, Joel David Moore, Wes Studi, CCH Pounder, y Laz Alonso con sus equivalentes digitales.
A lo largo de más de un año de post-producción se añaden escenarios majestuosos y se realizan buena parte de las escenas de masas. Ahora, con el film ya exhibiendose, podemos decir que Cameron ha conseguido sus propósitos sobrepasando las expectativas que el público podía tener ante un film de este tipo.
Avatar es visualmente brillante, arrebatadora. Y nos muestra unos escenarios maravillosos con una profundidad de campo espectacular. Los personajes digitales son extraordinarios aunque sobresale, de forma evidente, la heroína Neytiri (interpretada por Zoe Saldana). Un personaje que se mueve, reacciona, interactúa, y transluce un realismo nunca visto hasta ahora. Los efectos visuales que se muestran en la película son los mejores que se han obtenido hasta ahora, sin ninguna duda. Los elementos naturales: el bosque, el agua... podrían pasar como reales, tienen vida por sí mismos.
Pero Avatar también es una historia conmovedora y emocionante y eso es lo que la convierte en un film enormemente trascendente. La epopeya de Jake Sully (Sam Worthington) es el motor que mueve una gran maquinaria, bien engrasada, que llega al público de una forma muy intensa.
Y es que la premisa no puede ser más interesante: en el año 2154, un ex-marine inválido es enviado a la remota luna de Pandora para sustituir a su difunto hermano gemelo en el proyecto Avatar, que busca relacionarse con los nativos para conseguir, de forma pacífica, un entendimiento que permita la explotación de un poderoso mineral autóctono del cual depende la vida en la Tierra. Sully es conectado mentalmente a un cuerpo Na'vi, desarrollado a partir del ADN de su hermano mezclado con el ADN alienígena. Estas nuevas entidades mixtas reciben el nombre de Avatar. De esta manera, Sully se incorpora a un equipo que ya lleva tiempo moviendose libremente por un planeta que tiene una atmósfera tóxica para los humanos. Por otro lado, tener la apariencia de un Na'vi ayuda a entrar en contacto con los verdaderos pobladores en una colaboración que ya ha dado algunos resultados pero que siempre ha sido inestable debido a las ambiciones empresariales que ponen en peligro la coexistencia pacífica.
Pero lo que empieza siendo un encargo para Sully se acaba convirtiendo en una experiencia trascendental en cuanto empieza a tomar contacto con la ancestral cultura de la tribu de los Omaticaya y establece vínculos con su comunidad, especialmente con la hija del jefe tribal, Neytiri. A lo que asistimos a continuación es a un enfrentamiento épico en un mundo de gran belleza y también de numerosos peligros con rituales muy profundos que caracterizan la existencia física y espiritual de los habitantes de Pandora. Los Na'vi viven en comunión constante con la naturaleza y eso será fundamental para lo que acontecerá.
Así pues, Cameron nos ofrece una gran aventura contando para ello con un reparto muy sólido liderado por un Sam Worthington que vuelve a demostrar que tiene mucho futuro en Hollywood. Stephen Lang está espléndido en el papel del Coronel Miles Quaritch y qué decir de Sigourney Weaver, reclamada de nuevo por Cameron tras la que fue su gran colaboración en Aliens (1986). Y los actores que tienen presencia digital también hacen una magnífica labor, especialmente Zoe Saldana, que realizó un gran esfuerzo para otorgar a los técnicos los mayores datos posibles de su interpretación y movimiento. Su experiencia en el mundo de la danza fue valiosísima puesto que su agilidad natural era lo que se buscaba a la hora de definir los movimientos de la gran heroína del film.
Hay escenas enormemente impactantes a lo largo del metraje. Desde momentos sutiles y maravillosos como la primera aparición de Neytiri, o las secuencias en el Árbol de las Voces, hasta grandes set pieces como la captura del Ikran, o la gran batalla final.
En definitiva, Avatar es una esplendida película cuyo principal valor es su gran magnificencia que impresiona al espectador de una forma que muy pocas veces se consigue en una sala de cine. Personalmente, no salía tan satisfecho de una proyección desde el mes de agosto de 2008 cuando se estrenó El Caballero Oscuro. Recomiendo fervientemente el visionado de Avatar y, si es posible en formato 3-D, puesto que entonces la experiencia es extraordinaria.