POR CARLOS ROMERO.
Bien lo sabes amigo mío.
Anoche reclinaste tu cabeza sobre la almohada, con una sonrisa cómplice imaginando un cara a cara con el destino. Sabías que lo ibas a soñar porque nuestros sueños se cumplen, si no esta vez, a la siguiente, da igual.
Bien sabes, porque lo sabes, cómo un escalofrío recorrerá tu espalda al dedicarle mentalmente el primer recuerdo, recién despertado, pensando que es posible. Hoy mismo, hace minutos, algunas horas ya quizás.
Porque sabes como solo tú sabes por estos lares, qué se siente al ser campeón en Europa.
Te costará trabajo concentrarte en tu cotidianidad. Hoy tu alma no está aquí, está allí, todas nuestras almas vuelan mentalmente formando un solo cuerpo, hasta que llegue la hora deseando unirse en una sola voz. Sonidos e imágenes que van y vienen como fantasmas, que te hacen vibrar cuando formas parte del gigante sevillista en la Fábrica de los sueños cuando las ocasiones son muy especiales.
No es casual que hoy lleves en el lado de tu corazón de una forma u otra el viejo escudo de las siglas entrelazadas de aquellos que nos elevaron al Olimpo en los comienzos. Siglas que se dibujaron forjadas con sangre, sudor y victoria ante los que fantasean poder, quizás apenas, rozar con las yemas de los dedos las toneladas de plata del empíreo blanquirrojo.
Emularemos a Zeus transformado en toro una y mil veces para conquistar a Europa, esa dama enamorada de la ciudad… sí… deletrea bien su nombre con orgullo, Se-vi-lla,… y del equipo que la pasea por el mundo con dignidad porque no reniega de su nombre. Recordamos tu símbolo argento llegando por el río de Sevilla como si de una nerea de la Puerta de Jerez se tratase, porque somos, entérate bien, el mascarón de proa que antecede el inmenso barco llamado Andalucía. Somos los que vamos a la vanguardia señalando con el dedo y fijando la mirada al mundo de tú a tú, haciendo valer nuestra hegemonía, pase lo que pase durante años.
Ave Europa, los que hoy van a luchar te saludan.
Y ahí estarán los que arman el pie dispuestos a disparar en la batalla porteña; los que imprimen la estrategia de la mal llamada escuela sevillana, que es sevillista por los cuatro costados. Desencriptarán el legado de nuestros ancestros que se asomarán esta noche desde el balcón de la gloria, orgullosos por habernos hecho grandes, inmensos, desde el principio de los tiempos futboleros del país. E igualmente orgullosos por imprimirnos en el alma a sangre y fuego el código del guerrero, que lucha a jierro desde el corazón, y demostrarnos con ello por qué dicen que nunca se rinde.
Y tus huestes levantarán en el gol norte las banderas de Jorge de Capadocia como lanzas listas para ensartar al dragón; volarán banderas al grito del canto de la Giralda de nuestra ciudad, cuyo Giraldillo se asoma aupándose por encima de la grada en la distancia, orgulloso por comprobar cómo su verdadero hijo cumple sus deseos. Y verá una legión blanquirroja que al unísono, compacta y aguerrida, les hará levitar para llevarles en volandas con el eco de sus canciones hasta el final, como si de un coro de ángeles celestiales se tratase. Convertirán la brisa en huracán agitando las bufandas; recordarán a los que cayeron por la patria blanca y roja dieciséis mil veces dieciséis; saltarán hasta hacer temblar de gozo el templo del sevillismo.
El ambiente huele a Europa como en aquellos tiempos que volverán, solo están aquí los llamados. Solo los elegidos. Tiene la atmósfera regusto a viejas batallas que ganamos como solo un equipo andaluz sabe ganar, y a ti te hierve la sangre roja que fluye a borbotones por tus venas, a cada latido, no lo puedes evitar, gritas, cantas martilleando como si te fuese la vida en ello…
“Échale huevos, Sevilla. Échale huevos”. Llévanos hasta la victoria.