Pedalear en África. Marruecos, lo desconocido. Un Tour distinto. Muchas veces nos hablan de salir de la zona de confort. Huir de lo fácil. Al ciclista también le ocurre. Se acostumbra a mirar sólo lo que sale en la tele. A retarse con lo que ha visto. Le cuesta imaginar nuevas rutas, objetivos, ilusiones… y ahí surgió Marruecos. Rumbo a la aventura en bici de carretera casi por donde nadie ha pasado. Ese era el objetivo del Team Ciclored.
Las fotos del Tour de Marruecos >
Y así nos embarcamos en un proyecto de cinco días y cuatro rutas ciclistas por las ciudades imperiales del norte de Marruecos. La idea era aunar nuestro deporte con los atractivosgastronómicos y turísticos que ofrecen nuestros vecinos del sur. Tiempo para pedalear y también para visitar las medinas y conocer el ambiente marroquí.
Lo hicimos sin red. Un coche, un ferry, dos bicicletas y a la aventura. Camino del ciclismo marroquí sin prejuicios ni tópicos. Mente abierta y trabajo sobre el terreno para diseñar un viaje para todos vosotros que verá la luz en el mes de septiembre de 2015… cuando las temperaturas son más agradables.
ETAPA 1 TANGER-TETUÁN
Había pisado África a través del puerto de Tánger. Una hora de viaje en ferry desde Tarifa y ya estábamos en un nuevo continente. Así de fácil. Para el primer día habíamos preparado una etapa suave. 90 kilómetros pero prácticamente planos. Aún así losdesayunos buffet de los restaurantes marroquíes son demasiado apetitosos para negarse a mezclar un buen té moruno con menta con harcha (una especie de pan de maíz), miel, mermelada y aceitunas, que nunca faltan… vamos, que teníamos glucógeno y azúcar para subir el Tourmalet seis veces.
Lo primero que hay que hacer al subirse a la bicicleta en Marruecos es olvidarse de las normas de tráfico y adaptarse a las de allí. Mente abierta. En ciudades como Tánger los semáforos, intermitentes, pasos de cebra, rotondas y prioridades sólo tienen un sentido relativo. El del más fuerte. Así que lo mejor es ir con esa consigna y el sentido común hace el resto.
Salimos de Tanger por la N2 hacia el Rif. El destino era la zona de Tetuán, el antiguo protectorado español. Y la primera impresión es que los coches iban demasiado despacio. Pronto comprobamos que en Marruecos los agentes se toman al pie de la letra los límites de velocidad. En cada entrada a un pueblo había un control de radar con media docena de policías multando. Así que tocó limitar el velocímetro de la Pinarello a 60 (por si acaso…)
Pequeños pueblos como Crochet o Hakkama nos dejan ver en la ruta el estilo de vida rural marroquí. Pegados a la tierra. Naranjos, huertas, ovejas. La zona no es ni mucho menos un desierto. Surcada por el lago Ibn Batouta no tiene nada que envidiar a cualquier campiña del norte de España. Eso sí, la economía no es la más boyante.
A nosotros nos tocaba coronar la colina de El Fendek (5 kilómetros al 4%) y retornar a Tánger para visitar las murallas, la mezquita sidi Bou Abib, la Kasbah y la Medina. Calles estrechas, zona antigua y mil estímulos para la vista y el olfato. Casi todo se puede comprar y vender y para un ciclista hambriento las pilas de naranjas, manzanas, plátanos, dulces de miel, almendras y dátiles, panes… incitaban al delito. Así que pecamos. Delito menor porque había que partir destino a Rabat, el siguiente destino.
ETAPA 2 RABAT-OUDE MECHRA
Rabat, pegada al Atlántico, es la urbe más europea de Marruecos, por eso nos sorprendió con 10 kilómetros de carril bici para salir de la ciudad camino de los lagos del río Mechra. Cierto que era por la zona de las embajadas, quizás el barrio más rico de todo el país, pero agradable cuanto menos. El objetivo era realizar 90 kilómetros hacia el interior, pero la niebla nos obligó a dejarlos en 70 y a perdernos las vistas de los lagos…
Lo que sí pudimos ver a plena luz son las interminables murallas del Palacio Real de Rabat, que es una de las ciudades imperiales de Marruecos. Más de cuatro kilómetros ininterrumpidos que dan paso a edificios modernos y de diseño árabe. Grandes villas, campos de golf… vamos, La Moraleja de Rabat. Y como no, unos kilómetros mas lejos el contraste de Ain el Aoude o Tamesna. Pueblos pequeños, carreteras llenas de barro y cientos de niños que parecen siempre a la salida del colegio. Y en la ruta repechos interminables para saturar los músculos.
El retorno obligaba a seguir en bici para visitar la Kasbah de los Udayas, una fortaleza pegada al mar. Y justo en frente la Medina, rodeada al completo de murallas y con puertas de entrada dignas de cuentos de hadas. Y dentro, el caos. La calle Suikavende de todo. Por lo pronto un buen zumo de naranja natural a 5 dirhams (unos 50 céntimos al cambio)Como había que recuperar alimento (es lo bueno de ser ciclista) nos dejamos llevar por las sensaciones y el hambre. Hummus, Harira (una sopa marroquí con lentejas, garbanzos y un millón de especias), unos pinchitos de pollo, pan marroquí con sésamo y algún dulce para hacer la digestión…
Y a la vuelta paseo por la ciudad nueva a lo largo de la Avenida Mohammed V. Edificios oficiales sacados de las mil y una noches, (algún garito con marcha), el impresionante museo de arte moderno, la mezquita de Al Sunna y… rumbo a Meknés.
ETAPA 3 MEKNES-MOULAY IDRISS-VOLÚBILIS
Del color europeo de Rabat a una ciudad plenamente árabe como Meknés. Pequeña, manejable, a 150 kilómetros de la costa, con una medina asumible y su propio Palacio Real. No en vano es otra de las ciudades imperiales marroquíes y tiene al lado Moulay Idriss y Volúbilis, los destinos de nuestra ruta ciclista.
¿Que en Marruecos estuvieron los romanos?No me lo creo. Pues sí. Allí se conservan los restos (es un decir) de la ciudad de Volúbilis. Termas, la muralla medio derruida de la que sólo se conserva la puerta, el capitolio, el foro… casi lo mejor es la ruta por carretera hasta llegar allí.Volúbilis está en mitad de la sierra de Zerhum por lo que el terreno era digno de etapa pestosa y de desgaste.
ETAPA 3 MEKNES EN STRAVA >
Nada más salir de Meknes un descenso de 8 kilómetros que no hacia presagiar nada bueno. De repente un repecho, después otro, a continuación otro más largo. Nos íbamos adentrando en olivares, carretera perfecta, casi sin tráfico, y con un buen puñado de jornaleros que nos miraban como el que acaba de ver a un astronauta.
A la derecha quedaba Moulay Idriss, la ciudad santa y justo… en lo alto de puerto. Dos kilómetros y medio de subida con una media del 9% y muchos picos por encima del 15. Llegada propia del Giro del Italia o de Clásica de las Árdenas en el corazón de la religión musulmana. Allí está el Mausoleo de Idriss, el fundador de Marruecos, con visitarlo cinco veces se exime de ir a La Meca.
Un paseo por el pequeño mercado de Idriss, manguitos fuera, que ya hacía calor, y retorno a Meknés con la cabeza puesta en los ocho kilómetros que habíamos bajado… y que al final se tradujeron en un tappone de 60 kilómetros y más de 1.000 metros. Y sin ningún puerto.
Como os podeis imaginar, tocaba recuperar y comer a cuerpo de rey. Ensalada completa marroquí (que tiene un millón de hortalizas y en cantidades industriales), dos tajines, pollo y ternera con verduras, la ración diaria de té y pan crone (de cebada). Por la tarde había que visitar la plaza de Hedim con su animada Medina, la Gran Mezquita, las murallas, el mausoleo de Mulay Ismail… Segundo sector.
ETAPA 4 FEZ- ESTACIÓN DE ESQUÍ DE IFRANE
Iba a ser la etapa reina. Habeis leído bien. Sí, la estación de esquí de Ifrane, conocida en Marruecos como la pequeña Suiza. A70 kilómetros de Fez y en las primeras estribaciones del Atlas. Todo en continua subida hasta los 1.600 metros de altitud atravesando el parque natural de Ifrane (y por delante todavía quedaba el puerto deTizzi n Treten y la estación de Mischiffen, a más de 2.000 metros.
Pero nos quedamos con las ganas. La lluvia y el viento de Fez se convertían en nieve en Ifrane. Nuestro gozo en un pozo. Así que lo solventamos en el Riad Dar Aliane, un antiguo palacio marroquí rehabilitado como hotel, que nos sirvió como sede y los interminables paseos por laMedina de Fez.
ETAPA 4 FEZ EN STRAVA >
No en vano Fez, la tercera ciudad imperial que visitamos, tiene la Medina más grande el mundo. El Bali es algo así como un microcosmos en sí mismo. Caótico e imposible de orientarse por sus miles de callejuelas. Cuestas y porcentajes para patearse un lugar histórico del que es difícil escaparse sin comprar algo.
La puerta de Bou Jeloud, las mezquitas y madrasas del interior, las miles de personas con las que te puedes cruzar en poco más de 10 minutos, la Kasbah y la muralla que protegen la medina y sobre todo una colina que te permite ver el recinto en todo su caos.
Como el apetito es natural al ciclista probamos el baghrir, una especie decrepe esponjoso con miel. El hambre seguía acechando… así que un bocata de pescado, un tajín de verduras y un cuscús royal (con un nombre de lo más acertado porque tenía de todo, desde verdura a pollo, cordero y ternera).