Emulé a César ante el Senado, respondiendo a las preguntas sobre su victoria en la batalla de Zela en aquel 47 a.C. Vini a Logroño, a 400 kilómetros de mi ciudad, donde reposaba el Negrevercarruaje; vidi, allá, en el fondo del taller esquinado. En el bar de la misma acera me recreé con un pincho de tortilla rellena y un té. Y vinci. 400 kilómetros más tarde llegaba a mi casa, con el motor arreglado, dos piezas nuevas y bastante menos peso en el bolsillo que al principio de la tarde...
¿Vinci?