Revista Libros
La vida privada de los grandes hombres no suele estar a la altura de sus méritos públicos. Destacar en una faceta no nos convierte en mejores personas, más justos o menos despreciables en nuestra terrible cotidianeidad.
Antes bien, el contraste suele ser la norma. Los grandes defensores de la paz suelen ser belicosos con sus próximos, los tibios se encrespan con facilidad en la intimidad de sus hogares y los moralistas se afanan por buscan los atajos que les alejen de sus propias normas.
Esta idea es la base sobre la que Fernando Aramburu construye Ávidas pretensiones (Ed. Seix Barral, 2014), su última y delirante novela en la que un grupo de poetas es convocado a las III Jornadas Poéticas de Morilla del Pinar y donde se revela su verdadera naturaleza.
No se trata de que este mundillo literario esté trufado de odios, rivalidades, envidias y zancadillas (que también) y que las divisiones entre corrientes resulten tan infranqueables como incomprensibles para el público general, se trata de que ellos, como individuos, se alejan del ideal que propugnan.
De un poeta se espera un gusto por la belleza y la armonía que le diferencie del resto de mortales, un vocabulario esmerado e incluso unas maneras que no son las que encontramos en estas jornadas. Todo lo contrario.
Estos poetas son groseros en la expresión, vergonzosos en sus modales, zafios en sus gustos, simples en la expresión de sus sentimientos, en suma, demasiado humanos. Sin duda, las musas deben realizar largos viajes para sus fugaces visitas. Podemos resumir diciendo que lo único que parecen esperar de estas jornadas es mucho sexo, algo de drogas y bastante alcohol. Tres días que pretenden ser apurados hasta el último sorbo, como si de un permiso penitenciario se tratase, antes de volver a una realidad aborrecible.
Ni siquiera el abnegado Lope, un crítico literario mediático, con innumerables contactos, creador, impulsor y organizador de las jornadas se llama a engaño. Conoce el percal y parece conformarse con que el escándalo no de al traste con estas jornadas para próximas (y subvencionadas) convocatorias.
Con asombro y perplejidad veremos cómo estos poetas terminan borrachos, drogados, cagados, humillados, agredidos e incluso robados. Ellos solos se bastan para este lamentable espectáculo.
La novela se organiza en tres grandes capítulos -Planteamiento, Nudo y Desenlace– títulos que dan buena cuenta de la trama teatral que impulsa la narración hasta hacerla parecer en ocasiones un sainete o comedia de enredo en la que se van sucediendo las escenas más rocambolescas.
Aramburu es un genio a la hora de caracterizar a unos personajes que se muestran iguales en su miseria, sabiendo destacar en cada uno de ellos un aspecto d la naturaleza humana que le diferenciará del resto. Así, el más ridículo y pedante de los poetas deja ver ocasionalmente su lado más sensible y tierno. Las poetas más patéticas revelan su dolor y confusión, desarmándose ante un lector que comenzará a tomar cariño por estos niños descarriados que se enrabietan con sus oponentes (“metafas contra realitas”) pero que se acuchillan por la espalda cuando se trata de obtener el voto que sirva para laurear al poeta que mejor librado resulte de la lectura de sus últimos versos ante la grey poética.
El humor es el arma secreta de Aramburu para reconciliar a sus personajes con el lector. No teme colocar a la poetada en las situaciones más humillantes y vejatorias, en colocarlos ante las más duras pruebas mostrando su miseria y pequeñez, todo ello para hacer más patente la contradicción entre su realidad y esas ávidas pretensiones de fama y gloria a que alude el título de la novela. .
En este duro empeño, el uso que Aramburu hace del lenguaje es clave. Su adjetivación es implacable y la ironía abre pase a innumerables juegos de palabras, paráfrasis, homonimias y polisemias. El autor, en franco contraste con sus líricos personajes, se apropia de la poesía para convertir este texto en un gozo para el lector. Su inventiva y la pertinencia de la misma es marca de la casa y sin, duda, el mayor logro de la novela.
Respecto a los aspectos más formales, podemos destacar que una misma escena es relatada en secciones diferentes desde la perspectiva de diversos participantes lo que, lejos de resultar reiterativo, da a la novela una sensación de movimiento que hace que el lector, aunque anticipe los hechos, disfrute y se regocije con la interpretación que de ellos hace cada uno de los intervinientes.
Ávidas pretensiones ha obtenido el Premio Biblioteca Breve 2014 y no parece que haya duda sobre los méritos al respecto. Las Terceras Jornadas de Morilla del Pinar son un desastre en toda regla. En ocasiones, el libro nos recuerda a las caóticas novelas de humor inglesas pero con la diferencia de que ha sabido engarzar el humor elegante con la cepa hispana que diría el poeta. Tal vez por ello, el texto nos resulte tan creíble, no tan cómico como para merecer una risotada fácil, más bien para sonreírnos temiendo ser nosotros los que también podemos hacer el ridículo tan espantoso como el de estos poetas despoetados.