Y sigo con Pablo en casa, enfermo. Ya estoy tan acostumbrada a tenerlo aquí a mi lado todo el día que cuando finalmente ya se vaya a la escuela, seguramente voy a extrañar el constante blah, blah, blah.
Hasta eso, se porta bastante bien. El único momento en el que entramos en un pleito inevitable es a la hora de la medicina. Ya pasó del chistorete del masking tape en la boca a simplemente “no la abro y a ver cómo le haces”. Y es que según él, esta medicina sabe a “pudín de gusano con queso y chayote caliente”. Quisiera preguntarle cuándo ha probado los gusanos, pero me da miedo su respuesta.
En fin, les presumo que ya encontré la manera: “Cada vez que te tomes la medicina, hacemos un avión de papel diferente”. Funciona como magia (ahhhh… el viejo truco del chantaje).
De ahí mi idea para hacer esta reseña. Porque no se trata de hacer un avión de papel cualquiera. No, no, no. Aquí estamos hablando de aeronaves más complejas: El Robo-Chopper, El Thunderbolt, El S.S. Explorer o El Cohete Saturno.
Todo esto es más sencillo de lo que suena, gracias a El libro de los aviones de papel para niños, un libro de manualidades que viene con papel impreso, listo para cortar, doblar y pegar.
Las instrucciones son bastante sencillas, utilizando líneas gruesas, delgadas, punteadas y numeradas para indicar dónde debes hacer qué. Además, te incluye tips para resolver problemas como: qué hacer si tu avión se desvía hacia la izquierda o la derecha, o qué hacer si tu avión reduce la velocidad y se estrella. Súper pro, ¿no crees?
Uno de los autores es Ken Blackburn, un ingeniero aeroespacial que posee el récord Guiness por lograr el vuelo más largo de aviones de papel con 18.8 segundos. El otro, Jeff Lammers, es un ingeniero mecánico dedicado a la industria de la aviación. O sea, estás en las mejores manos.
Vean nada más cómo nos quedó este F-15:
¿Qué les digo? No sólo logré que Pablo se tomara su medicina, sino que también me he ganado su más absoluta admiración y respeto.
Aquí los dejo porque ahora nos toca armar El Aerobat y tengo una reputación que cuidar.
¡Adios!