La situación o la persona que nos enojan, recrean frente a nosotros una característica propia, de nuestra personalidad. Pero no una característica cualquiera, sino una con la que no estamos conformes, que nos resulta especialmente desagradable y a la que combatimos en nosotros mismos. Este proceso por el cual vemos “afuera” rasgos o conflictos que llevamos “adentro” se conoce como proyección, pero no es precisamente algo nuevo.
La novedad es que podemos sacar provecho de estas situaciones o personas que tanto nos afectan, porque nos permiten descubrir aquellas características nuestras que nos disgustan profundamente o aquellas actitudes injustas o desconsideradas que tenemos hacia nosotros mismos y que tanto dolor nos provocan.
Siempre, sin excepciones, lo que nos disgusta ver “afuera” tiene su equivalente en nuestro mundo interno, donde no podemos verlo fácilmente. Y si odiamos eso que vemos afuera, también odiamos a esa parte nuestra a la que tanto se parece.
Y para reconciliarnos con nosotros mismos, para aceptarnos, para querernos, es necesario que conozcamos estas características que consideramos negativas, que entendamos que corresponden a un cierto estado de evolución o de aprendizaje en el que nos encontramos en este momento, que las aceptemos con tolerancia y comprensión, y que nos amemos profundamente aún teniéndolas, de la misma manera en que nos resulta muy fácil amar a un niño aunque, lógicamente, también él tenga que completar su evolución y aunque todavía le queden muchas cosas por aprender.
Comprendido este proceso, identificado el verdadero origen de nuestro enojo, ya no resulta posible sostenerlo por mucho tiempo. Tenemos por delante, entonces, un nuevo desafío, mucho más estimulante que el de combatir (sin posibilidad de éxito) contra la realidad, y mucho más agradable que el de tratar de obligar a los demás a que se ajusten a nuestras exigencias. Es el desafío de amarnos, de amarnos incondicionalmente.
Y perdonar, entonces, es muy fácil. Es la lógica consecuencia de comprender que nunca existió la ofensa que habíamos percibido. Que el dolor experimentado era real, sí, pero que la herida nos la habíamos infringido nosotros mismos, mucho tiempo atrás.
Por último, me permito recomendarte un libro que trata exclusivamente del mecanismo de la proyección, pero con un enfoque de carácter espiritual, más que psicológico. Se titula “Espejos”, de Nicole Dumont, y está colmado de información valiosa y de ejemplos esclarecedores. Pero más que sugerirte que te compres un libro y que lo leas, te aliento a que te comprometas firmemente a aceptarte, a quererte y a cuidarte. Y entonces todas las experiencias y todos los recursos necesarios para tu aprendizaje simplemente irán a tu encuentro. ¡Buena suerte!
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Descargar este artículo para poder imprimirlo o enviarlo por e-mail.Escrito por: Axel Piskulic. Copyright © 2011 amarseunomismo.com. Con licencia de publicación a cargo del Grupo CHM Para Camino a la Grandeza.com.ve. Todos los Derechos reservados. Advertisement