Revista Literatura
La caricia de mis manos temblorosas y ansiosas,
se pierde en los paisajes tersos de tu piel menuda.
Subiendo tus cerros, bajando tus colinas
Besando tus espejos, perdiéndome en tu aliento. Tu aroma.
Ay mujer. ¡Cómo no morir por ti! Por un beso tuyo.
No dejas de ser Eva y tampoco fruta y tampoco fuego.
por fuera tan dulce y tan frágil y por dentro a veces de hierro.
Tierna, coqueta y salvaje. Cima y abismo puro.
Ay princesa indócil, rendida entre mis brazos
sedienta de mi tosca ternura, de mi fija mirada.
Mariposa desnuda, provocativa. Forrada entera en piel latina.
Déjame hoy morir contigo, en tu abismo y sin descanso,
sin descanso, toda la incansable vida. Recuerdia