La pelota impactó en el ángulo y las coordenadas de su GPS lo llevaron al banco de suplentes. Juan Román Riquelme aceleró a máxima velocidad y, al llegar a destino, expresó su sentimiento hacia Carlos Bianchi. Hubo un apretón de manos y un abrazo conmovedor al DT. El abrazo del alma, De la gloria pasada. De los buenos viejos tiempos. El abrazo, sobre todo, de respaldo público en esta etapa xeneize de despistes y frenajes. “Tenemos suerte de que esté con nosotros. Es el más grande de todos y debemos disfrutarlo mucho. No va a haber otro igual: es el mejor”, sostuvo Riquelme. Un discurso con afecto. Admiración
Las palabras de Riquelme llegaron en el anochecer de su vida futbolera. Y después de haber sido dirigido por nombres de peso en el mundo de la redonda. Bilardo puso play a su estreno en Boca, allá por noviembre de 1996. De ahí en más, JR escuchó conceptos del Bambino Veira, Passarella, el Maestro Tabáez, Van Gaal, Pellegrini, Bielsa, Pekerman, Miguel Angel Russo y Coco Basile, entre otros. Y en cada charla con grabador o delante de cámara, el Diez de Boca siempre puso a Bianchi bien arriba de esos entrenadores. Arriba de todos.
La admiración de Riquelme por el DT xeneize volvió a quedar en claro contra Atlético Rafalea. Claro que viene desde lejos. Desde muy lejos. Hace 12 años, el Virrey movía el joystick en su primera etapa pintada de azul y amarillo. Y Riquelme croqueteaba el juego con pausas, asistencias y festejos. “Bianchi agarra a un tipo y le hace entender el fútbol enseguida; en dos segundos se lo explica. No hace nada extraño. No importa si faltan algunos: entra uno que por ahí no estaba pensado para nadie y juega bárbaro. Ese es su mérito”, decía RIquelme, entonces, a la revista Al Arco. Y cerraba, después, con un mensaje de gratitud: “Soy un agradecido de todos los técnicos que tuve, de todos aprendí algo. Pero a Bianchi le agradezco haberme hecho jugar en este puesto”.