Revista Cultura y Ocio

Ayer lloré en la calle

Publicado el 23 enero 2022 por Molinos @molinos1282
Ayer lloré en la calleAyer lloré en la calle. Me senté en un banco de piedra, se me quedó el culo frío y tapada con mi preciosa bufanda de colorines y mis gafas de sol, me apoyé en el hombro de Antonio y me puse a llorar. Lloré de agotamiento, de dolor de cuerpo. Lloré porque no podía mover el brazo izquierdo para meterme la mano en el bolsillo del abrigo para guardar el móvil. El abrigo es azul, enorme, de mi madre. «¿Cómo tienes tantos abrigos?» Porque no son míos, porque en mi vida de caracol, pasando de casa en casa, me pongo mis abrigos, los míos, los de mis hijas, los que hay en los armarios. Este es azulón, del mismo color que uno que lleva Sergio Ramos en una foto en la que parece que va disfrazado de Mario Bros. Ayer también lloré un poco al pensar que quizás alguien pensara que iba de Mario Bros, o peor, de Sergio Ramos, pero luego se me pasó porque, en realidad, nadie tiene esa idea cuando ve a una señora de pelo blanco llorar en la calle. En realidad no me vio nadie. El banco era de granito. Ahora que lo pienso no era un banco, era un poyete que rodeaba unas plantas o algún tipo de conducción. Justo en la esquina opuesta a donde yo lloraba, un sintecho tenía hecha su casa y alguien le había dejado dos barras de pan en una bolsa plástico transparente, supongo que para que le duren más tiempo blandas. No sé si el sintecho de las barras de pan lloraba, yo sí. Ayer hacía un día radiante, de esos que le gustan a la gente, El Retiro estaba lleno de patinadores, de familias, de parejas, de perros, carritos y gente tumbada al sol sin preocuparse por estar tumbada al sol en enero. No hacía frío, en realidad me sobraba la bufanda pero me la pongo con la ilusión de poder, con ella, invocar el espíritu del invierno pasado, de los inviernos de mi infancia, de los inviernos grises. 

Ayer lloré en la calle como una niña porque estaba agotada, porque me encontraba fatal, porque no era capaz de disfrutar de la experiencia de recorrer las casetas de la Cuesta Moyano y porque todo, a mi alrededor, me daba muchísima pena.

Ayer lloré en la calle porque quería que me abrazaran, me llevaran a casa, me metieran en la cama y me taparan.  

Ayer hacía sol y yo lloré en la calle. 

Maldita tercera dosis.  


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