Cualquiera queda estupefacto tras saber que el general Hawk Carlisle, jefe del Mando de Combate Aéreo estadounidense contra el DAESH, el Califato del Estado Islámico en Irak y Siria, proclamó públicamente que había destruido con un ataque aéreo el cuartel general de los terroristas gracias al selfie de uno de los yihadistas que mostraba el edificio.
“Nuestros chicos estaban peinando las redes sociales y de repente se encontraron con la imagen de este capullo delante del centro de mando”, dijo Carliste sin que nadie le replicara que el capullo era él por revelar uno de los sistemas que, al cruzarse con las fotografías aéreas, descubren las bases terroristas.
Los miembros del DAESH usan como propaganda fotografías y vídeos de sus éxitos militares. Hasta ahora creían que casi siempre que perdían acuartelamientos se debía al espionaje interno, no a que su egolatría con los selfies.
En otros tiempos, como durante la II Guerra Mundial, el general Herbert Hawk (Halcón) Carlisle habría sido juzgado por alta traición y seguramente fusilado.
Claro que también podría ser que al Pentágono le interese alertar a los yihadistas, advirtiéndoles que ellos se denuncian con sus ególatras autorretratos, y que deben tomar precauciones.
La indiscreción de Carlisle es tan estúpida que se presta a las teorías conspiranoicas, como la de la ultraizquierda estadounidense que representa Noam Chomsky, para quien el DAESH fue creado en una sofisticada operación imperialista de los militares y políticos conservadores de su país.
Aquí, en España, se recuerda aún el caso de la Operación Faisán, el chivatazo de unos policías a ETA anunciándoles una redada en mayo de 2006 que frustró una operación contra el aparato de extorsión de ETA: Zapatero negociaba con la banda terrorista y quería demostrarle así su buena voluntad.
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SALAS