Revista Infancia

Ayudar o no con los deberes escolares

Por Alsalirdelcole @alsalirdelcole

Hoy en día, los padres se implican más que nunca en los deberes escolares de los hijos, pero no siempre de forma adecuada. Un mal apoyo puede generar dependencia al niño y transmitirle la idea de que es incapaz de hacerlos él solo.

Según la encuesta sobre los hábitos de estudio de los niños españoles de TNS Demoscopia, el 80 % de los estudiantes de primaria y el 45 % de los de secundaria reciben ayuda para realizar sus deberes. Enrique Martín Criado, profesor de Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, sostiene que los padres dedican varias horas al día a ayudar a sus hijos con los deberes o a vigilar que los hagan, una realidad que contrasta con el extendido y falso discurso de que el fracaso escolar se debe a que los padres no se preocupan por la educación de sus hijos.

Gracias a las mejoras en la conciliación laboral y familiar y a la mejor formación de los padres, estos empezaron a involucrase más en la ayuda en los deberes de sus hijos hace una década. Según explica la pedagoga Maite Rodríguez Estévez, que imparte cursos para educadores y terapeutas, “eso ha hecho que la relación padre-hijo se escolarice. Lo que importa son los resultados académicos. Todo gira alrededor de esa necesidad y se ha olvidado el inculcar valores, el juego, la responsabilidad… No hay tiempo para otras cosas en las horas que pasan juntos”.

deberes

Implicarse no debe significar hacerle los deberes al alumno. “El padre se tiene que poner en la posición del entrenador: organizar y asesorar con el objetivo de mejorar el rendimiento, no correr con el jugador ni comer las mismas calorías ni, por supuesto, sufrir sus lesiones”, argumenta la psiquiatra Orlanda Varela.

Las tareas deben entenderse como un compromiso que el alumno debe adquirir, pero sin precisar de la orientación constante de otra persona. En otras palabras, hincar los codos sin nadie en la silla de al lado. Que los padres se sienten con los niños a hacer los deberes genera dependencia y, si el pequeño tiene dificultades, refuerza la idea de que no es capaz de hacerlos él solo.

En Finlandia, apuestan por el aprendizaje cooperativo y los deberes en casa son individualizados, para ampliar o investigar conocimiento. Es decir, si, por ejemplo, un niño va mal en lectura, hace una actividad que tenga que ver con eso, si va mal en matemáticas, hará problemas, etc.

Hay que tener en cuenta que también hay muchas diferencias en las posibilidades de las familias de ayudar escolarmente a los hijos. Los padres que tienen un menor nivel de estudios solo pueden ayudar a los niños durante los cursos inferiores de primaria. Y si intentan ayudarlos explicándoles conceptos que ellos mismos no aprendieron bien, pueden incluso empeorar las cosas.

Muchos estudios demuestran que el rendimiento académico está muy asociado al origen social del estudiante, la profesión de sus padres, la estructura de la familia y, finalmente, el género. Es decir, existe un desequilibrio en las oportunidades educativas. Los padres con estudios superiores pueden ayudar a sus hijos hasta cursos muy avanzados. Esto produce una enorme desigualdad por origen social, que se acentúa a medida que los niños ascienden de curso. A ello se le suma, además, que las familias con más recursos materiales pueden contratar clases en academias o particulares.

Según el sociólogo Martín Criado, autor de “La escuela sin funciones: crítica de la sociología de la educación”, “Es mucho más igualitario y eficaz que los deberes se hagan en la escuela bajo la supervisión de profesores. Mandarlos a casa genera desigualdad, al traspasar parte de la responsabilidad de la instrucción a las familias. El colegio deja que actúen todas las desigualdades de recursos culturales y económicos entre unos y otros”.

Vía | Faros Sant Joan de Déu


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