Revista Religión

Ayuno y abstinencia: el cuándo y el porqué (1 de 2)

Por Alvaromenendez
Ayuno y abstinencia

Ayuno y abstinencia: el cuándo y el porqué (1 de 2)

Ayuno y abstinencia para acercarse a la meditación del Calvario


Uno de los gestos más significativos de la ascesis cristiana es el ayuno, acompañado en ocasiones determinadas de la abstinencia de carne. Pero, a la vez, es también uno de los gestos menos comprendidos por muchos católicos, que se preguntan: ¿no es anticuado eso de la abstinencia y el ayuno, como 'cosa de otra época'? Más aún, si Dios hizo todo alimento bueno, ¿no es superstición o mera religión natural eso de no comer carne o ayunar? ¿No es pelagiano o muestra de esfuerzo en contraposición con la suavidad de la gracia? Respecto a lo de no comer carne, el mismo Pedro tuvo una visión en Jope en la que se le mostraba que ya no debían seguirse las prácticas judías que distinguen alimentos puros e impuros (Hch 10, 9-16). Responderemos haciendo primero referencia expresa a la disciplina marcada en el Catecismo (CEC) y en el Código de Derecho Canónico (CIC), para pasar después a señalar brevemente el trasfondo de teología espiritual que encierran los mandamientos de la Madre Iglesia.
Bien, como es sabido, días penitenciales son los todos los viernes del año, pero especialmente los de Cuaresma. Estrictamente hablando, hay que hacer abstinencia todos los viernes del año, pero en los viernes que no son de Cuaresma -todo el resto del año- es posible susitituir la abstinencia por alguna práctica de piedad (cf. CIC 1253) entre las que se recomiendan la Misa y el rezo de la Liturgia de las Horas, pero también la limosna, por ejemplo. De otro modo, si no se realizan tales actos, hay que guardar vigilia de comer carne también los viernes no de Cuaresma. Respecto a estos, en ellos no es posible sustituir la abstinencia por otra cosa: hay que hacerla. La afirmación de todo esto que acabamos de decir puede encontrarse en CIC 1249-1253; en CEC 1438; 2043. Aprovecho para decir que este último número, el párrafo 2043 del Catecismo, señala el cuarto de los cinco mandamientos de la Iglesia, tan olvidados a veces hoy por muchos cristianos. A la vez, todos los números señalados, a los cuales he puesto el vínculo para que puedan leerse más cómodamente las fuentes, brotan de las afirmaciones del Vaticano II dadas en la Sacrosanctum Concilium 109-110. Huelga decir que es mejor ir y leer directamente estas fuentes señaladas antes de continuar con la lectura de este artículo.
Así pues, los viernes de Cuaresma la abstinencia es insustituible por otro elemento. Además, el Viernes Santo, junto con el Miércoles de Ceniza, ayuno y abstinencia son obligados. Digo esto remarcando especialmente lo del ayuno completo, o al menos de la comida principal, el día del Viernes Santo, dado que hay comunidades que no lo hacen sino que lo empiezan ya a la noche del Viernes -tras la celebración de la Adoración de la Cruz- para hacerlo, en realidad el Sábado Santo. ¿Qué decir de esto? Bien. La norma manda ayunar y abstenerse de carne el Viernes Santo, y debe hacerse, aunque se desee mantener la antiquísima costumbre de celebrar el ayuno del Sábado Santo.
Respecto al ayuno del Sábado Santo, es sabido por documentos antiguos que era casi preferido al del Viernes Santo. Así, en las Constituciones Apostólicas -de finales del siglo IV, h. 380- se recomienda el ayuno los dos días, pero si alguien no pudiese realizar tal ascesis por debilidad, se insiste en que al menos se guarde el del Sábado Santo antes que el del Viernes (Constituciones apostólicas, libro V, 18, 1). Además, según este documento, ese Sábado es el único en el que se permitía ayunar (Constituciones apostólicas, libro VII, 23). En tiempos de san Ireneo (ca. 130-ca. 200) -es decir, desde muy temprano- se sabe que se observaba ayuno absoluto durante las más o menos cuarenta horas que Jesús estuvo muerto (leer aquí el número 624 del Catecismo), esto es, desde la hora nona del Viernes (nuestras tres de la tarde) hasta el alba ya del Domingo de Pascua, momento aproximado de la Resurrección. Por su parte, y ya en nuestros días, el Vaticano II dice:
"Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con ánimo elevado y entusiasta" (Sacrosanctum concilium, 110).
Nótese la obligación para el Viernes y la recomendación para el Sábado, de ahí que yo señale el defecto de no ayunar el Viernes para comenzar ese ayuno la tarde-noche tras la Adoración de la Cruz y, por tanto ayunar realmente el Sábado sí y el Viernes no. Esta práctica, que tiene de bueno el recordar el ayuno del Sábado, falla en no cumplir lo estipulado para el Viernes de Pasión. Por su parte, el ayuno del Sábado es expresión plástica de la naturaleza de este día:
"Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y ayuno su Resurrección" (Congregación para el Culto Divino, Carta circular sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales, 73; esta cita la recoge también el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 146, de la misma Congregación).
 En el siguiente artículo continuaremos la reflexión.

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