Revista Cultura y Ocio

Azkena Rock Festival (2023) Vitoria

Por David Gallardo @mercadeopop

Azkena Rock Festival (2023) Vitoria

Azkena Rock Festival 2023: tres días de rock y gloria

TEXTO: Javier Gómez Espinosa
FOTO: Óscar L. Tejeda

Llega 2023 y una vez más pusimos rumbo al norte para la cita con el Azkena Rock Festival, después del bochornoso reencuentro del año pasado (bochornoso por el calor, que el festival estuvo muy bien). En esta ocasión el clima fue mucho más clemente, y aunque hacía un poco de calor se llevó bastante bien. Hasta la tormenta que cayó el sábado se recibió con cierta alegría. Pero empecemos por el principio...

Como ocurrió el año pasado, este también había anunciadas tres jornadas, empezando el jueves, sólo con los dos escenarios principales y el Trashville. Y abrían fuego en el escenario Respect los donostiarras Liher, que no desaprovecharon la oportunidad y engancharon rápido con los primeros asistentes al festival, que empezaban a ir poblando la campa de Mendizabala. Descargaron su repertorio y hasta hicieron agacharse a todo el mundo para venirse arriba antes de despedirse. La cosa empezaba bien. Acto seguido llegaban desde Brasil Os Mutantes, que comparecían en el escenario principal con un repertorio de lo más variado y una ejecución muy convincente, repasando más de cinco décadas de carrera.

El siguiente en hacer acto de presencia fue el legendario Steve Earle, en este caso sin banda, él solo con su guitarra y su armónica. Ante la indiferencia de la sección más metalera del público, pero con la devoción de los seguidores de los sonidos americanos de raíz, reunió a un público numeroso, entusiasta y atento, si acaso dividido entre quienes echaban de menos que viniese acompañado de banda y quienes consideraban un lujo verle en solitario.

El Drogas

La siguiente cita era de vuelta en el escenario God con El Drogas y su banda repasando el cancionero de Barricada para celebrar el 40 aniversario de su primer disco. Todo un sueño para muchos de sus fieles, recuperar un repertorio que ha sido básico en la educación y crianza musical de unas cuantas generaciones a lo largo de las tres décadas que estuvieron en activo. No había nadie que no cantase esos himnos de juventud, que siguen sonando vigentes y actuales.

Un primer intento de acceder al Trashville, donde ya habían tocado en primer lugar Generador, fue infructuoso debido a la considerable cola que ya había para ver a The Kaisers, así que volvimos al escenario Respect para ver la propuesta de la difícilmente clasificable Lydia Lunch y sus Retrovirus. Con ese extraño influjo casi hipnótico que tienen las leyendas oscuras surgidas en el ambiente punk de los 70 y respaldada por una banda intensa y contundente, enganchó a la audiencia con sonidos a veces delicados y a veces atronadores pero siempre inquietantes. A la altura de lo que podía esperarse de ella, quedó más que justificada su presencia en el cartel.

Y al poco ya estaban Rancid saliendo al escenario principal, poniendo a la concurrencia a botar y cantar desde el primer acorde, una locura divertidísima desde el principio hasta el final de su concierto. Nada nuevo bajo el sol, o más bien ya bajo la luna, a esas horas de la noche, pero si les lleva funcionando desde hace más de treinta años, ¿para qué cambiar? El último concierto grande del día nos llevaba de vuelta al escenario donde empezamos por la tarde para ver a Monster Magnet, otra de las bandas destacadas en el cartel de esta edición, que justificaron también su presencia demostrando estar en una forma estupenda y dando un impresionante recital que podemos contar entre los mejores que hemos podido ver este año. Un gran cierre para la primera jornada.

El viernes empezaba la historia, como ya es costumbre, a la hora del aperitivo en la Plaza de la Virgen Blanca, con la siempre agradable y animada presencia de The Fuzillis, que montaron su habitual fiestón, bajando a tocar entre el público y subiendo luego a la gente al escenario con ellos para liarla de lo lindo y hacernos pasar un muy buen rato. Alargar un poquito el poteo por el centro de Vitoria tras el concierto suele ser otra inexcusable tradición que nos gusta cumplir, así que cuando quisimos llegar a Mendizabala ya habían tocado Bones of Minerva y Pasadena, y apenas llegamos a tiempo de oír los últimos ecos de S8nt Elektric según nos acercábamos.

Al entrar por fin al recinto había dos conciertos empezando, Cordovas y Matchbox, y como estos últimos estaban tocando en el escenario Love, nada más entrar, y teniendo en cuenta que es menos frecuente tener ocasión de verles por aquí en vivo a ellos que a Cordovas, nos dejamos seducir por su revival rockabilly. Nuevo intento al pasar por Trashville de hacer una incursión, en este caso para ver a Los Tiki Phantoms, pero de nuevo la cola nos hizo desistir y seguir camino, pasando cerca del escenario principal para ver cómo Cordovas se despedían y enfilando al segundo escenario para disfrutar de Earthless, otra banda a la que teníamos bastantes ganas de ver. El comienzo sicodélico y tranquilo se extendió quizá demasiado y parecía que no terminaban de soltarse y de conectar con la audiencia, aunque luego su blues rock ácido y rocoso acabó enganchando al personal. Tal vez pudieron dar más de sí, o tal vez teníamos demasiadas expectativas con ellos, quién sabe...

Pretenders

Lo que era más que seguro es que Pretenders no nos iban a decepcionar. El indudable carisma de Chrissie Hynde y su voz (qué voz sigue teniendo esta mujer) son aún argumentos de mucho peso para reunir a todas las generaciones de asistentes al festival frente al escenario principal, en torno a viejos himnos pero también a temas nuevos. Por el camino, el hambre hizo que a The Guapos, la banda de rock clásico que ha montado Leiva con sus cuates mexicanos, les viésemos poco y de lejos, y después a Calexico tampoco les vimos ni oímos mucho, ya que había que aprovechar la oportunidad de ver a los Undertones, que se prodigan menos por estas tierras. Enérgicos y desatados, con actitud punk sin olvidar las melodías y un fantástico repertorio más allá de esas dos o tres canciones que todo el mundo conoce, sobre todo gracias a las desenfrenadas adaptaciones de los primeros Siniestro Total. Muy convincentes, otro concierto a recordar entre los mejores de esta edición.

Incubus

El siguiente plato fuerte eran Incubus, que sumaron al espectáculo cuatro enormes pantallas instaladas tras ellos en el fondo del escenario. Entre temas propios y ecos de los Beatles, los Doors y Pink Floyd nos fueron paseando por diferentes terrenos sonoros, en una propuesta que puede desconcertar a quienes no sean adeptos, pero con momentos muy disfrutables para cualquiera. Última actuación del día en el escenario principal, pero aún quedaban sendos conciertos muy esperados en los otros dos escenarios: primero empezaron su descarga en el pequeño los ingobernables Gwar, con su hilarante y demencial puesta en escena, haciendo las delicias de los aficionados a la teatralidad y a la escatología, repartiendo decibelios y fluidos de colores que inundaban, literalmente, las primeras filas del público. Lo que de ellos se esperaba, vaya.

Un ratito de locura y diversión desenfadada antes de irnos a ver otra de las grandes apuestas de este año: la reunión en exclusiva, después de una década separados, de The Soundtrack of our Lives. Los suecos se tomaron muy en serio su regreso, con un sonido espectacular y muchísima actitud sobre el escenario. Sus temas sonaron con la misma energía que en sus mejores tiempos, y su actuación fue también merecedora de recordarse como una de las mejores del festival. Regresaron a escena tras despedirse, para hacer un tema más y rematar una jornada larga e intensa, y cuando se marcharon definitivamente hicimos lo propio, acusando ya la acumulación de conciertos en dos días, y nos fuimos a descansar y reponer fuerzas para el sábado.

Chuck Prophet animó el comienzo de la jornada en la Virgen Blanca, con un calor considerable pero con anuncio de tormentas por la tarde. El de California, con su muy solvente banda, The Mission Express, nos hizo pasar un buen rato y se mostró tan jovial y afable como de costumbre, a pesar de sus recientes problemas de salud, despachando un concierto enérgico y animado. Con la plaza llena de gente siguió la diversión hasta que, efectivamente, empezó a levantarse el viento y a caer un chaparrón que refrescó el ambiente pero nos hizo buscar refugio en bares y soportales. A ver quién era el valiente que se iba andando hasta Mendizábal hasta que aquello no parase un poco.

Un par de horas estuvimos esperando hasta que emprendimos la marcha, y aunque llegamos razonablemente secos la lluvia no terminaba de remitir, de hecho hizo retrasar la apertura del recinto y se suspendieron las dos primeras actuaciones programadas para la última jornada. En el camping nos contaban que estaban sin luz, y en los escenarios se intentaba retomar la actividad lo antes posible.

Por fin entramos al recinto con Amanda Shires terminando su concierto, y nada más llegar nos cuentan de primera mano que la reunión de Nat Simons y Cherie Currie también corría peligro de no poderse llevar a cabo, aunque se estaba intentando reprogramar para más tarde. Aprovechamos una visita a los baños para hacer una incursión en el Trashville, ya que por una vez había música dentro y no había cola en la puerta, y allí estaba Steel Beans descargando su atronador show de hombre orquesta, y también su resentimiento contra el absurdo de haberse hecho un fenómeno viral, pero seguramente también orgulloso de verse tocando tan lejos de su casa, porque si no se hubiese quedado allí tan tranquilo en lugar de dejarse llevar a los escenarios. Los humanos y nuestras circunstancias, a veces tan contradictorias.

Ana Popovic y Lucinda Williams

Ana Popovic era la encargada de intentar ir retomando la normalidad en los escenarios exteriores, con su elegante y poderosa interpretación del blues clásico. Bien respaldada como es habitual por su banda, trató de enganchar con todos los sectores de la heterogénea audiencia que ya iba abandonando los pertrechos donde se refugiaba de las tormentas y empezaba a poblar las áreas delante de los escenarios.

Y en el principal se empezaba a preparar la presencia de otra gran dama muy esperada: Lucinda Williams, que después de superar también algunos problemas personales bastante serios, volvía a la carretera con nuevas canciones y nos visitaba después de bastante tiempo sin dejarse caer por aquí. No hace falta decir que, a pesar de todo, esta mujer no pierde su fuerza ni su magia, y nos emocionó como muy pocos artistas lo han hecho en las tres jornadas de festival. Su recital fue creciendo en intensidad hasta acabar atronando con el recuerdo a Neil Young y su inmarcesible "Rockin' in the Free World".

Acabar así nos dejaba en disposición de buscar más caña, y para eso eran perfectos los Melvins, que enseguida tomaron el escenario mediano y lo sacudieron a base de bien con su furia sónica. Antecesores e inspiradores del sonido grunge que tomó Seattle en los 90, siguen repartiendo leña sin compasión por doquier, y se despacharon un concierto que hizo temblar el recinto de Mendizabala. Ningún pero que ponerles.

Iggy Pop

Acto seguido llegaba otra de las citas más esperadas del festival: el viejo Iggy Pop volvía a Vitoria para el regocijo de todos sus fieles acólitos, que por aquí son legión. No vamos a decir que nos sorprenda la vitalidad de este hombre a sus 76 años, porque de Iggy es difícil que nos sorprenda nada a estas alturas, pero desde luego es admirable cómo puede mantener la forma física para contonearse sobre un escenario durante casi dos horas. Y cómo es capaz de seguir manejando al público a su antojo, ya sea al ritmo de sus viejos clásicos o al de sus nuevos temas. La leyenda continúa, y no tiene pinta de querer retirarse ni descansar, así que esperamos seguir teniendo iguana para rato.

Con esto íbamos llegando al final del festival, y la última elección la tuvimos bastante clara también: entre Alter Bridge y Jim Jones con sus All Stars optamos por la segunda opción, mucho más heterodoxa e imprevisible. Era buen momento para acercarnos por fin ese día al menor de los tres escenarios exteriores, donde no habíamos visto a ninguna de las bandas que pudieron tocar ese día (ni a The Nude Party, ni a Lucero, ni siquiera a Nat y Cherie, que al final pudieron actuar pero coincidiendo en horario con Iggy (menos mal que antes del festival tuvimos ocasión de ver su actuación en la sala Fun House de Madrid) y disfrutar con el imprevisible Jim, habitual del Azkena con sus diferentes formaciones, y que en este caso repasó temas de casi todas ellas y hasta algunos ajenos, con un sonido totalmente renovado que los hacía casi imposibles de reconocer.

Siempre inquieto, innovador y sorprendente, el señor Jones nunca defrauda, venga en el formato que venga y le acompañen los músicos que sean. Una estupenda manera de despedirnos de Vitoria y del Azkena, hasta el próximo año.

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