Revista Opinión
Los pocos, casi inexistentes, periodistas de auténtica izquierda que hay en el país buscan desesperadamente nuevos argumentos para cargarse a ese patán que anda por todas las esquinas del mundo ladrando su rencor contra esa patria que le vio nacer, y la tarea es tan fácil que provoca auténtica vergüenza realizarla.
Aznar es uno de esos personajes que se deshabilita por sí mismo. No hay más que repasar lo que realmente es:1) un acomplejado,2) un franquista,3) un falangista y4) un propietario.Pero lo que nunca se le podrá negar a Aznar es su perfecta personificación del español como un señor bajito, moreno y con bigote que está siempre cabreado.1) El complejo.¿Por qué está siempre cabreado? Por la injusticia suprema que supone que el mundo no lo reconozca como realmente es; como su ídolo, Franco, es más bien bajito, a pesar de las alzas invisibles de sus zapatos y, como el invicto, tampoco es un prodigio de fortaleza física, lo que ha marcado para siempre su puñetera vida ya que lo ha condenado a hacer tropecientas flexiones de tronco todos los días, para conseguir esos ridículos abdominales que exhibe cada vez que puede. A mí, Aznar, salvadas las siderales distancias, me recuerda a aquel otro feroz fascista, Yukio Misima, que, como éste, fue poco agraciado por la naturaleza, y que, como éste quiso también vencer a ésta a base de gimnasia, lo que no es sino la más clara demostración de superficialidad en cualquier persona, la desorbitada admiración del propio cuerpo, sobre todo si, como sucede en estos casos, los cuerpos no son más que una puñetera mierda, que ellos se empeñaron en transformar en espléndidos habitáculos para su particular grandeza. Pero si en el caso de Misima, la grandeza tal vez sea admisible por su propia y enorme perversión, el mal en sí es susceptible también de enjuiciar por su tamaño, en el caso de Aznar, la grandeza no puede predicarse por ningún lado ya que en él, todo es pequeño y mezquino como su propio cuerpo y por ende su propio corazón. De modo que nos hallamos ante un auténtico acomplejado físico que trata de superar su complejo realizando las más arduas tareas de los auténticos cíclopes;2) pero Aznar también es un franquista, no en balde su padre fue uno de los hombres de confianza del repugnante dictador, cuyo ejemplo le inculcó para siempre ese ansia de grandeza que impulsa al que lo siente a descender a lo más ínfimo de nuestra condición; Franco fue un asesino vocacional, por eso eligió una profesión cuyo ejercicio habitual es provocar la muerte del enemigo, y la desempeñó con verdadera fruición, provocando más de un millón de muertos en la guerra civil y, luego, para degustar, de vez en cuando, el acre sabor de la sangre, firmaba sentencias de muerte contra desamparados individuos cuyo único crimen era no estar de acuerdo con él;3) pero también es falangista, la Falange, como todo el mundo sabe, no es sino el la versión a lo español del nazismo alemán y del fascismo italiano y, como española, es mucho más canallesca y repugnante aún porque su fundador, el tal Primo de Rivera, no era sino un mezquino aristócrata que pretendía volver a la España de los Reyes Católicos, aquélla en la que, en sus dominios, nunca se ponía el sol, porque le daba la vuelta al puñetero mundo, aunque para ello tuviera que llevar a cabo las primeras y más sangrientas persecuciones racistas de nuestra historia, ésa que, ahora, tratan de repetir sus asquerosos epígonos, los Rajoy y demás, ante esos nuevos judíos y moriscos que son los inmigrantes;4) pero, sobre todo, Aznar es un propietario, de España, por supuesto, España, para Aznar no es más que su finca, una propiedad particular respecto a la que ejerce este derecho como le da la gana, sin ninguna clase de limitación; como buen franquista y falangista es esencialmente tradicional, de modo que, para él, la propiedad es el más pleno de todos los derechos, de manera que, como propietario, puede hacer con ella todo, incluso lo inimaginable, destruirla, de modo que sólo son unos perfectos indocumentados los que le critican esa conducta suya de ir por todas las esquinas del mundo haciendo todo lo posible por destruir al país que le hizo lo que es, presidente de gobierno y uno de los hombres con más porvenir económco de nuestra tierra puesto que se lo rifan para que los ilustre con sus conferencias las mejores universidades del mundo y para que les asesore, con su infinita sapiencia de todos los asuntos, los dueños de los más poderosos medios de comunicación, de modo que, ahora, sí, él será todo lo enano que ustedes quieran pero también el español más influyente de tal manera que ya está comenzando a pensar en reducir el número de esos ejercicios abdominales que tanto trabajo le cuesta hacer todas las mañanas, cuando se levanta, después de una jornada no sólo muy laboriosa sino que también ha sido regada con los mejores caldos de la tierra porque a él nadie le puede decir cuánto debe beber ni cómo debe conducir porque se halla por encima del bien y del mal.Este es el hombre que se gasta una parte del dinero que gana a expensas de los impuestos de los españoles en hacer todo lo posible para arruinar el porvenir económico de España, esa tierra a la que dice que tanto ama, como buen falangista, ya que la considera una nación con destino en lo universal, tal como dijo su auténtico mentor, aquel Primo de Rivera de tan infausta memoria.