Tras el fracaso del PP en las elecciones catalanas, al caer de 19 a 11 diputados, el presidente de honor del partido, José María Aznar, ha lanzado un demoledor ataque contra su sucesor, Mariano Rajoy, responsabilizándolo de esa pérdida.
Pero la decadencia se debe sobre todo a que cuando Rajoy llegó al Gobierno España era un edificio en ruinas, como Grecia ahora, consecuencia de las torpezas de su antecesor, el socialista Rodríguez Zapatero, por lo que tuvo que imponer recortes tremendamente impopulares.
En el plano autonómico debió enfrentarse a un nacionalismo catalán envalentonado por las concesiones que durante dieciséis años, desde 1996, le habían hecho José María Aznar y Zapatero.
Fue Aznar quien desmanteló el PP en Cataluña al destituir a su mejor valor entonces, Alejo Vidal-Quadras, para contentar a Jordi Pujol como pago a su apoyo para formar gobierno.
Después entregó la educación, la sanidad, y otras responsabilidades estatales, que volvieron voraz al secesionismo: ahora los catalanes no oyen, leen o ven otra cosa en escuelas y medios autonómicos que España les roba, y que ellos sostienen a los vagos de las demás CC.AA.
Que Aznar se enfrente a su gravísima responsabilidad, añadida a la de Zapatero, que casi fabricó de Cataluña una nación diferente a la española, y que le dio fuerza a los nacionalistas para que a la llegada de Rajoy le exigieran lo que les prometió él, y aún más.
Mientras Zapatero calla ahora, quizás avergonzado, el presidente de honor del PP, el de los ocho años de las mayores concesiones a CiU, ataca a Rajoy, escondiendo su culpa en los desastres que plantó, cultivó y agigantó.
Mariano Rajoy sólo se cerró como una ostra, hábil o torpemente, para proteger su perla, el tesoro de la unidad nacional.
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SALAS