Revista Motor

Azul, oro y verde

Por José María José María Sanz @Iron8832016

Todo el mundo sabe que la provincia más bonita de España es la de Guadalajara. Doy por sentado este hecho, aunque entiendo que aquellas otras provincias que tienen mar pueden rivalizar con la tierra en la que pazco. Bueno, no estoy seguro de esta afirmación, pero la hago igualmente.

La zona de la Alcarria por la que he tranquileado esta mañana es una tierra de páramos hendidos por los ríos que miran al sur. Una tierra empobrecida en la que viven pueblos ricos que se vaciaron de gente en los setenta. Sobre el páramo corren el trigo que ya no está y el AVE que ya ha pasado.

Sobre el páramo corre el aire frío del verano que se muere y el ciclista solitario. Las pacas de oro que no pintó Van Gogh habitan en su superficie y las sinceras carreteritas que lo recorren obedecen las negativas de la Administración pública que las olvidó.

En este paseo de hoy he llaneado por los páramos y he subido y bajado por las heridas de la tierra. Iriépal, Centenera, Atanzón, Caspueñas, Valdelsaz y Fuentes de la Alcarria no pasan de las cien almas. Es fácil no encontrar a nadie o a casi nadie. Es sencillo encontrar la soledad por lugares así.

Cerca de Caspueñas, y casi hasta llegar a Fuentes de la Alcarria, el viajero se encuentra con una carretera que imita al cauce del río Ungría. El río Ungría muere cuando le sesga el Tajuña unos treinta kilómetros después de nacer. Una delicia de carretera, un camino fresco y húmedo que nadie transita porque no va a ninguna parte.

Hoy me quedo con un par de cosas. La primera es el sonido de la Iron. Al atravesar los pueblos, golpeando los cristales de las casas, al jugar al pinpón con el río, al subir los repechos para recuperar el horizonte, la Sportster hace que su sonorisidad protagonice la banda sonora de la mañana. La segunda, el frescor del verde. Barrancos verdes y arbolados, barrancos muy profundos -como los de Fuentes- llenos de vegetación.

El azul del cielo, el oro de los campos y el verde de los barrancos conforman mi bandera de hoy, día en el que, por un par de horas, vives ajeno a todo menos a ti.


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