Azules imposibles

Por mucho que lo intente no consigo creérmelo.

Es un azul implacable, hiriente, intenso.

Está vivo. Incluso más que el azul que rompe en los acantilados. Y no hay más misterio que el de su cercanía al fondo. Ese fondo lleno de corales y arena, un fondo vivo, cuajado de peces, algunos inquietos, otros tranquilos como la piedra más calma. No existe nada más. Arrastra tus ojos hacia él e impide que pienses. Solo eres capaz de sentir la inmensidad de la belleza de ese azul que todo lo inunda. Te roba el aliento. Sigues ahí, en medio de la nada, mirando esos azules imposibles que creíste que nunca verías con tus ojos. Tus insignificantes ojos.

¿Es de verdad? ¿De verdad estoy viendo esto? Quieres llorar, pero no puedes. Estás atada a una sensación que acaba de resetear tu mundo. No hay tiempo. Solo ese azul que todo lo inunda. Esos azules imposibles. Te preguntas si sigues respirando o ya te has desmayado, o si sueñas, o si duermes, o qué se yo.

Hay brisa. Pero tú solo puedes sentir el azul. Ese que, si pudieras, te beberías entero para llevarlo contigo. Pero no puedes. Es la maravillosa combinación del agua, el cielo y el fondo. Es y no es.

Ese azul define los espacios, marca la distancia, envuelve con paz, arrulla hasta que entras en ella.

Entonces, el silencio.