Para Michelle Bachelet Jeria, su estreno como Alta Comisionada de los Derechos Humanos de las NNUU está marcado por la heredad que le deja su antecesor, el príncipe jordano Zeid bin Ra’ad Zeid al-Hussein, permanente denunciante —como Almagro Lemes desde la OEA— de las violaciones de DDHH en Venezuela y Nicaragua.Su discurso oficial distribuido a los medios estuvo diseñado para mantener y comprometerse a potenciar el trabajo de su antecesor y en él ocupó a su inicio espacio importante las denuncias sobre las arbitrariedades y los crímenes en dos de los últimos países del socialismo 21. Tarea difícil de realizar, sobre todo después que la dictadura nicaragüense expulsó a la misión de las NNUU que redactó un demoledor informe sobre la situación de los DDHH en ese país, obligándola a trabajar desde el exterior (como el régimen madurista, que en 2017 no permitió la entrada de una misión similar en Venezuela).Sin embargo, asaltan algunas dudas. La primera —justificada por “razones de tiempo”—, la omisión de contundentes menciones sobre ambos regímenes en la lectura pública del discurso previamente repartido; la segunda, su próxima reunión acordada con el canciller madurista, despertando susceptibilidades sobre otro nuevo “diálogo” inútil y sólo beneficioso para el gobierno. Una tercera es que sectores de la Nueva Mayoría —algunos de su propio partido socialista y el comunista— apoyan a ambas dictaduras y niegan las violaciones (en el frenteamplismo, más a la izquierda que el comunista, ya han surgido fuertes críticos de ambos gobiernos, encabezados por los diputados Vlado Mirosevic Verdugo y Gabriel Boric Font, entre otros).
Revista Opinión
Para Michelle Bachelet Jeria, su estreno como Alta Comisionada de los Derechos Humanos de las NNUU está marcado por la heredad que le deja su antecesor, el príncipe jordano Zeid bin Ra’ad Zeid al-Hussein, permanente denunciante —como Almagro Lemes desde la OEA— de las violaciones de DDHH en Venezuela y Nicaragua.Su discurso oficial distribuido a los medios estuvo diseñado para mantener y comprometerse a potenciar el trabajo de su antecesor y en él ocupó a su inicio espacio importante las denuncias sobre las arbitrariedades y los crímenes en dos de los últimos países del socialismo 21. Tarea difícil de realizar, sobre todo después que la dictadura nicaragüense expulsó a la misión de las NNUU que redactó un demoledor informe sobre la situación de los DDHH en ese país, obligándola a trabajar desde el exterior (como el régimen madurista, que en 2017 no permitió la entrada de una misión similar en Venezuela).Sin embargo, asaltan algunas dudas. La primera —justificada por “razones de tiempo”—, la omisión de contundentes menciones sobre ambos regímenes en la lectura pública del discurso previamente repartido; la segunda, su próxima reunión acordada con el canciller madurista, despertando susceptibilidades sobre otro nuevo “diálogo” inútil y sólo beneficioso para el gobierno. Una tercera es que sectores de la Nueva Mayoría —algunos de su propio partido socialista y el comunista— apoyan a ambas dictaduras y niegan las violaciones (en el frenteamplismo, más a la izquierda que el comunista, ya han surgido fuertes críticos de ambos gobiernos, encabezados por los diputados Vlado Mirosevic Verdugo y Gabriel Boric Font, entre otros).