Parte de la Habana Vieja no bendecida por la restauración.
Por Aynel Martínez Hernández.
La Habana Vieja se movía. ¿Qué diablos pasaba? Y si se movía, ¿por qué entonces esos ancianos edificios no se desplomaban?, ¿Por qué la gente seguía asomándose en los balcones a esperar, como siempre?, ¿Por qué la señora que vendía maní no se caía?, ¿Por qué los choferes seguían arriesgando su vida a más de ochenta kilómetros por hora?, ¿Por qué los policías seguían a la caza de las multas?, ¿Por qué saltaban todos a la misma vez?, ¿Por qué las casas también se proponían saltar? Fue entonces cuando el ómnibus en que iba llegó a la parada.