Revista Cine
Ante el inminente estreno del remake de La Noche del Espanto (Fright Night, EU, 1985), me di a la tarea de volver la cinta ochentera de la que tan buenos recuerdos tenía. Por supuesto, la vi en el momento del estreno, pero estoy casi seguro que no la había vuelto a revisar completa desde entonces. Y para escribirlo de una buena vez: no me decepcionó en lo absoluto.La Noche del Espanto es una ágil película de horror que se mueve hábilmente entre la comedia paródica del cine de vampiros y el genuino temor que provoca Chris Sarandon en su interpretación de Jerry Dandrige, ese feroz depredador sexual/sensual, amante de la sangre y de la fruta fresca, que llega como nuevo vecino del adolescente Charley Brewster (William Ragsdale), fanático de las películas de horror. Por supuesto, cuando Charley se da cuenta que el misterioso vecino es un vampiro de verdad, nadie le creerá: no su ausente mamá (Dorothy Fielding), no su aguantadora novia Amy (Amanda Bearse, muy crecidita para pasar como preparatoriana), no su compañero de escuela apodado "Evil" (Stephen Geoffreys, antológico) y ni siquiera el viejo actor olvidado de B-pictures vampirescas Peter Vincent (encantador Roddy McDowall), quien accede a ir a la casa del sofisticado Mr. Dandrige para demostrarle a Charley que, por supuesto, los vampiros no existen.El guión, escrito por el propio realizador Tom Holland, está construido con las dosis precisas de humor -la modernizada figura del vampiro tan bien encarnada por Sarandon, el cuarto lleno de cruces y ajos con los que quiere protegerse Charley-, de pathos -el freak "Evil" acepta convertirse en vampiro porque se siente rechazado, pero sigue siendo el mismo perdedor de siempre, con colmillos y sin ellos- y de horror -el ataque de Dandrige a Charley en su habitación, el combate final en la mansión vampiresca. Curiosamente, al volverla a ver a tanto tiempo de distancia, la calculada sobreactuación -valga el oximoron- de Roddy McDowall me pareció lo más disfrutable de todo el filme, especialmente en los momentos en los que tiene que derrotar su propio escepticismo y convencerse de que puede enfrentarse a esa horrenda "criatura de la noche". Así pues, después de esta revisión, La Noche del Espanto permaneció más o menos como la recordaba: como una efectiva cinta de horror en la que el chupasangre respectivo no es ningún vampirito ñoño y romanticoide, sino un auténtico depredador al que hay que temerle de verdad y al que hay que vencer sólo si se tiene una auténtica fe... en el cine de vampiros, por supuesto.