Revista Comunicación
Ganadora del premio del Jurado en Cannes y galardonada en festivales de todo el mundo como los de Sitges o Montreal, la película brasileña Bacurau es uno de los estrenos más potentes de lo que va de año. Dirigida por Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles el film sorprende proponiendo una suerte de choque entre el cine social, el cine de autor, contestatario, que podemos asociar con Latinoamérica, y el cine de género, de acción, con elementos fantásticos, que relacionamos con Estados Unidos. Esos dos cines se reflejan en dos actores veteranos presentes en el elenco: Sonia Braga nos remite a la cinematografía comprometida de su país; el gran Udo Kier, siempre extraño, nos recuerda todas esas producciones estadounidenses, de gran o pequeño presupuesto, en las que se ha prestado a hacer de villano de tebeo. Hay así un posible comentario sobre el imperialismo, económico, cultural, que se plantea desde el protagonismo de un pueblo, Bacurau, aislado, en un futuro cercano y distópico, que se resiste a la influencia de políticos corruptos, que denuncia que les hayan cortado el agua, que se convierte en el blanco de una invasión militar sin sentido. Los vecinos se resisten a ser conquistados o dominados, lo que me hace pensar en otras películas recientes en las que también vemos barrios o comunidades enfrentándose al sistema, como Los miserables (2019) o This Is Not A Burial, It's A Resurrection (2019). Hay que ver Bacurau con la mente abierta a la sorpresa, a imágenes extrañas, chocantes, de sexo, baile, sangre, y violencia,.que remiten a emociones primarias como la rabia y el dolor. Estamos ante una película exuberante, que parte de las imágenes de la Tierra desde el espacio para luego descender al microcosmos del pueblo protagonista. Un film que pasa de la música de Caetano Veloso y Gal Costa a un tema compuesto por el director John Carpenter.