Revista Cine
Director: Abel Ferrara
¿Te han dicho alguna vez la definición de locura? Locura es hacer la misma maldita cosa una y otra vez, esperando que las cosas cambien. Eso es locura. Por ejemplo, locura es intentar sorprender a Paraguay manejando la pelota en media cancha para luego, cuando todos los jugadores paraguayos estén aglutinados en su área, lanzar desde las bandas algún centro que invariablemente será rechazado por los visitantes. Locura es insistir en la misma estrategia durante los noventa minutos esperando que la propuesta rival se quiebre; en tales circunstancias sale mejor rezar por un milagro. ¿Cuál era el camino? Claramente: el contragolpe. En fin, la mía es sólo una de las 18 millones de lecturas que seguramente ahora se estarán haciendo y probablemente sea una de las menos interesantes. En realidad me da lo mismo. Uhm... como sea, ¿todavía seguimos dejando que el maldito Ferrara nos muestre la mierda de las cloacas y de la superficie? ¡Por supuesto!
Harvey Keitel no sólo interpreta a un policía corrupto: también encarna a un hijo de puta integral; una rata de alcantarilla; un parásito desalmado y amoral. Y está hasta el cuello de mierda. Lo suyo no es una caída al abismo o un descenso a los infiernos: el tipo ya está bastante hundido, tambaleando en los últimos peldaños de la sinuosa escalera al inframundo, mirando hacia arriba únicamente para constatar cuán irreversiblemente se extingue la luz de la esperanza y la redención. Y no le importa. En realidad no le importa. Qué demonios. Está condenado y lo sabe, lo acepta: no hay salida alguna. Cuando la autodestrucción está en estado avanzado ya no queda otro lado adonde ir ni otra cosa que esperar, la única interrogante es el cuándo. Cuánto tiempo más un cuerpo y un alma puede soportar semejante castigo; cuánto tiempo más puede consumirse a sí mismo antes de convertirse en un sucio cadáver que apesta a alcohol y muerte; cuánto tiempo le falta para convertirse en polvo y ser tierra de gusanos.
No he entendido mucho el rollo católico, debo decirlo. ¿Acaso su último refugio? ¿Por qué no lo toma, por qué lo obsequia para otros (lo sé: es la voluntad de la monja perdonavioladores)? ¿Será que como él mismo no puede perdonarse entonces nadie puede hacerlo? Ni idea...
Confieso que en este visionado "Bad Lieutenant" no me ha convencido tanto como aquella lejana y apabullante primera vez. El problema se lo achaco al guión, ya no obra de Nicholas St. John sino que del mismo Ferrara y otra guionista más, el cual me parece estático argumental e incluso dramáticamente hablando. Se nos sumerge en el podrido estado de las cosas del protagonista y su entorno, claro, pero el relato abusa de una crudeza iterativa repentinamente interrumpida por el rollo psicológico de la monja y Jesús que sale más o menos a pito de nada, y finalmente es este rollo psicológico salpicado de conceptos cristianos, más que los líos con las apuestas, el que termina por hundir definitivamente al protagonista. El caso es que, no teniendo el don de la palabra, sólo les digo que ahora mismo no me convence ni me basta sólo con la crudeza por la crudeza o el tormento cristiano por el tormento cristiano. ¿Dónde está la construcción, el desarrollo? Supongo que el único enemigo del teniente corrupto es el mismo teniente corrupto: el única que se cava su tumba, pero igual la historia me parece muy débil y desestructurada para la rabiosa y potente visión de Ferrara.
"Bad Lieutenant" es una película extraña, ciertamente. Me sorprende que ésta haya sido más aclamada que la injustamente vapuleada "King of New York", y eso que tiene escenas mucho más desagradables (como cuando el teniente corrupto se aprovecha de un par de adolescentes rebeldes).