Revista Cine

BAFICI 2012/VII y última

Publicado el 22 abril 2012 por Diezmartinez
BAFICI 2012/VII y última


El BAFICI 2012 ha terminado hoy, aunque desde ayer sábado se dieron a conocer a los ganadores. No puedo hacer juicios desde tan lejos y sin haber visto la mayoría de las cintas en competencia, pero tuve suerte porque gracias a Festival Scope pude revisar tanto la ganadora argentina Papirosen (Solnicki, 2011) -de la cual escribí en esta entrada- como la triunfadora en la sección internacional, la cinta israelí Ha-Shoter (título en inglés: Policeman). 

He seguido desde México lo que escribieron los colegas argentinos de su Festival Internacional de Cine Independiente y aunque parece que hay una suerte de consenso en que los premios no estuvieron tan mal repartidos, sí hay claras diferencias en cuanto a la ganadora de la competencia internacional, Ha-Shoter (Israel, 2011), dirigida por Nadav Lapid: mientras algunos críticos afirman que se trata de una gran película, otros alegan que fue una vergüenza que ganara el premio principal. Para ser francos, no estaba entre mis prioridades ver este filme, pero como fue la cinta ganadora y como está disponible para su revisión en Festival Scope, ver la opera prima del señor Lapid resultaba obligado.
Y, ¿por fin?  ¿Es tan buena/mala como dicen? Interesante, yo diría. Ubicada en el Tel Aviv contemporáneo, la cinta, escrita por el propio cineasta debutante, está dividida drásticamente en dos segmentos que, hacia el final, se unirán de manera inevitablemente trágica. En la primera parte, seguimos al joven agente contra-terrorista Yaron (Yiftach Klein), felizmente casado y esperando su primera hija. El tipo no puede estar más satisfecho de lo que es y de lo que hace: sus cuatro compañeros en la policía son igual de machos que él, suelen reunirse todos con sus familias e hijitos a comer y a jugar, y tiene claro que el enemigo de Israel -"el país más bello del mundo"- son los terroristas que, por supuesto, no pueden ser más que árabes. El sentido de grupo es tal que cuando Yaron y sus cuatro camaradas son acusados de abusos en contra de una familia palestina, todos acuerdan que uno de ellos, que muy probablemente esté muriendo de cáncer en el cerebro, cargue con toda la culpa.
Sin embargo, los terroristas no necesariamente son árabes. Ni siquiera en Israel. Hacia la mitad de la cinta vemos a un grupo de punks que destruyen el auto de una muchacha que luego sabremos que se llama Shira (Yaara Pelzig), que tiene 22 años, que viene de una familia de dinero y que es parte de un cuarteto de jóvenes radicales de izquierda que están planeando un atentado contra los más ricos de Israel, para dar a conocer que su país es el más inequitativo del mundo occidental. En esta segunda parte del filme, nos olvidamos de Yaron y sus camaradas para seguir, ahora, a estos cuatro ridículos activistas que, cliché obliga, no provienen de las clases populares: Shira vive en el lujoso departamento de su padres, el líder Nathanael (Michael Aloni) es hijo de un juez, otro sabe tocar virtuosamente el violín y otro más es el hijo de un viejo líder izquierdista que sabe, mejor que nadie, que la aventura de estos cuatro mini-chés está condenada al fracaso y a la inmolación
No será hasta el final cuando las dos historias, la de Yaron y la de Shira, se crucen. Prácticamente al mismo tiempo que las miradas que se lanzan sus personajes. Sólo les resta compartir el desconcierto mutuo, porque no ha habido tiempo -¿ni voluntad?- para algo más. 

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